Día 2 - Primer Decreto: ¡Eres libre!

Miremos hoy, a la luz de la Palabra, lo que nos dice Gálatas 5:1: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (RVR1960).

Lo primero que Cristo Jesús nos da con su muerte en la cruz es la libertad. Ya no somos más esclavos del pecado; los hijos y las hijas de Dios hemos recibido ese maravilloso obsequio y debemos valorarlo por sobre todas las cosas (Juan 8:36; Romanos 6:22).

Esto es imprescindible de analizar porque el enemigo trata de engañar nuestra mente y darnos cosas a cambio de nuestra libertad. El pecado es algo que debemos rechazar porque nos esclaviza y echa abajo todo el trabajo de Cristo Jesús (Romanos 6:16). Si vemos las obras de Cristo, Él siempre hablaba de salvación; por ejemplo, cuando la mujer del flujo de sangre toca su manto, Cristo le dice que su fe le ha salvado (Marcos 5:34). Esto es lo primordial para nosotros: la libertad es algo invaluable.

Debemos tener cuidado de no confundir libertad con libertinaje (1 Pedro 2:16). El enemigo nos tienta para que abusemos de la gracia de Dios y pequemos creyendo que luego podemos simplemente pedir perdón y no pasa nada. Sin embargo, la misma Palabra nos advierte claramente: “Porque si pecáremos voluntariamente después de haber recibido el conocimiento de la verdad, ya no queda más sacrificio por los pecados, sino una horrenda expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios” (Hebreos 10:26-27 RVR1960).

Debemos ser sabios y recordar que el decreto de nuestra libertad ya fue dado. No somos esclavos. Cuando el enemigo venga con sus artimañas, respondamos como Jesús lo hizo: “Vete, Satanás, porque escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él solo servirás” (Mateo 4:10 RVR1960).

Padre Bueno, te damos las gracias porque nos diste la libertad del pecado y de la muerte; gracias porque Cristo pagó una vez y para siempre por nuestra libertad. En su poderoso y santo nombre, el nombre de Cristo, te pedimos que nos ayudes a mantenernos en la libertad con que nos hiciste libres; que ya no volvamos más al yugo de esclavitud con que el enemigo nos tenía atados a los placeres pasajeros y carnales de este mundo; ayúdanos a ser valientes y esforzados, que no volvamos atrás, sino que avancemos siempre a paso firme sin desmayar; danos sabiduría, entendimiento y mucha fortaleza para resistir las tentaciones que vengan a nuestra vida proclamando siempre que ya somos libres, amén.