Plenitud A Los Pies De JesúsMuestra

ENSEÑANZA ACERCA DEL ENOJO

“»Han oído que a nuestros antepasados se les dijo: “No asesines. Si cometes asesinato quedarás sujeto a juicio”.

Pero yo digo: aun si te enojas con alguien, ¡quedarás sujeto a juicio! Si llamas a alguien idiota, corres peligro de que te lleven ante el tribunal; y si maldices a alguien, corres peligro de caer en los fuegos del infierno.

»Por lo tanto, si presentas una ofrenda en el altar del templo y de pronto recuerdas que alguien tiene algo contra ti, deja la ofrenda allí en el altar. Anda y reconcíliate con esa persona. Luego ven y presenta tu ofrenda a Dios.

»Cuando vayas camino al juicio con tu adversario, resuelvan rápidamente las diferencias. De no ser así, el que te acusa podría entregarte al juez, quien te entregará a un oficial y te meterán en la cárcel.

Si eso sucede, te aseguro que no te pondrán en libertad hasta que hayas pagado el último centavo” Mateo 5:21-26 NTV.

Es muy interesante y contracultural que las enseñanzas de Jesús, la mayoría del tiempo, están dirigidas al carácter, al ser, al corazón del ser humano más que a su intelecto o conocimiento.

Los fariseos y expertos de la ley conocían todas las leyes y rituales. Pero su corazón estaba alejado del amor a Dios y el amor al prójimo, que son los mandamientos más importantes según Jesús (Mateo 22:36-39 NTV). Por eso el Maestro dijo que eran “semejantes a sepulcros blanqueados” (Mateo 23:27 RV60), porque estaban limpios y lavados por fuera en su apariencia, pero con el corazón muerto.

Jesús vino para ayudarnos a entender los propósitos de la ley. Nunca se trató de reglas difíciles de cumplir, sino de traer vida al corazón para relacionarnos bien con Él y con nuestro prójimo.

En esta enseñanza sobre el enojo, Jesús de nuevo revela Su corazón y deseo para nosotros: ¡Que amemos sinceramente a Dios y a las personas que nos rodean! Nos da directrices para relacionarnos con los demás de la manera que Él quiere que nos relacionemos, pero no con normas y leyes sino con pureza de corazón.

Jesús primero alinea el enojo con el asesinato, porque el enojo que lleva a la ira, deseo de venganza y rencor, es un asesinato del corazón. ¡El rencor trae muerte a tu corazón! Y por eso Jesús nos pide que cuidemos el corazón del enojo.

También Jesús hace hincapié en la importancia de nuestras palabras en las relaciones. Habrá consecuencias por maldecir a otros y usar frases hirientes. No pequen al estar enojados, resumiría el versículo 22.

Sí, debemos cuidar nuestra boca, pero en realidad nuestro corazón, porque todo lo que sale de la boca está en el corazón. ¡Tus palabras son un indicador del estado de tu corazón!

Para Dios son tan importantes nuestras relaciones que, en los versículos 23 y 24, Jesús enseña que le demos prioridad a estar bien con los demás antes de presentar una ofrenda. ¿Por qué? Porque para Dios tu mejor ofrenda es tu corazón. Y mientras estés en conflictos con otros, tu corazón no está totalmente sano. Este versículo no dice que si tengo algo contra alguien vaya y lo solucione, sino que demanda más allá. Dice que, si alguien tiene algo contra mí, yo debo ser quien inicie la reconciliación. ¡Y hacerlo antes de presentar mi ofrenda!

La última parte de la enseñanza de Jesús sobre el enojo también va direccionada al corazón. Nos enseña a no permitir que el orgullo y la incapacidad de solucionar roses personales con otros nos lleve a perder testimonio, dejar de ser sal y luz, y construir una mala imagen de Su iglesia por estar en conflictos legales con nuestros hermanos. Jesús nos enseña a resolver RÁPIDAMENTE las diferencias.

Los problemas del enojo son problemas del corazón. Si no nos humillamos y le permitimos al Espíritu Santo cambiar nuestro corazón, las acciones que saldrán de un corazón enojado tendrán consecuencias para la vida. ¡Atrévete a perdonar, a buscar reconciliación, a humillarte! Y verás la restauración que Dios puede hacer, gracias a un corazón humilde. Después de todo Jesús, en el Sermón del monte, nos está enseñando cómo tener una vida bendecida.

ORACIÓN

• Para que el Señor doblegue nuestro orgullo y nos haga cristianos más parecidos a Jesús en humildad (Filipenses 2:5-8).
• Para que seamos sabios en resolver rápido las diferencias con quienes están alrededor nuestro y nunca nos acostemos enojados (Efesios 4:26).