Una vida de intimidad con DiosMuestra

Qué hacer para que tu fe funcione
“Una mujer... se le acercó y le rogó: “¡Ten misericordia de mí, oh Señor...! Pues mi hija está poseída por un demonio... Pero Jesús no le contestó ni una palabra...”, Mateo 15:22-23 (NTV).
A veces Dios se tarda en contestar nuestras oraciones, pero tiene un porqué. En cierta oportunidad Jesús caminaba y “dos ciegos... comenzaron a gritarle: — ¡Jesús... ten compasión de nosotros!... y lo siguieron... hasta la casa...”, Mateo 9:27-28 (TLA). Jesús sabía exactamente qué hacer para darle de comer a la multitud; entonces, ¿por qué no se lo dijo a Felipe, en vez de preguntarle de dónde comprarían pan para que todos comieran?, Juan 6:5. ¿Y por qué leemos “Cuando (Jesús) oyó que (Lázaro) estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba?”, Juan 11:6. No confundas el silencio de Dios con la indiferencia. El silencio fue para estas personas una invitación a insistir con mayor ahínco en sus peticiones. En conexión con Felipe leemos: “Esto decía para probarle”, Juan 6:6. En relación a Lázaro el Señor dijo a los discípulos: “Me alegro por ustedes de no haber estado allí”, Juan 11:15. Evidentemente la resurrección sería un medio más efectivo para fortalecer la fe de todos, antes que sanar a un Lázaro enfermo. Debemos ‘bombardear el cielo’ y abrir sus puertas a ´cañonazos’. El día en que el silencio de Dios sea la respuesta a tu oración, sabrás que tu pie ha sido puesto en un escalón más alto hacia la fe intrépida.
La mujer del pasaje que citamos no dejó de pedir e insistir, aun cuando Jesús parecía decidido a no ayudarla. La fe es testaruda. La fe insiste, es osada e intrépida. La fe nunca se conforma hasta haber recibido lo que pide. Generalmente, suele haber una gigantesca desproporción entre el milagro que esperamos y lo que estamos dispuestos a invertir por ese milagro. Queremos la bendición a un precio de oferta, sin sacrificio ni esfuerzo. ¿Cuánto estás dispuesto a ‘pagar’ por tu milagro? Y no hablamos de dinero, sino de oración, ayuno, determinación y quebrantamiento. La insistencia de la mujer debe haber sido extrema. Se ‘agarró’ a Jesús de la misma manera que lo hizo la mujer con flujo de sangre. Habrá pensado: “de acá no me voy sin mi milagro”. Y volvió a su casa con su milagro. No dejes de ‘golpear’ las puertas del cielo. ¿Y si estás a una oración de obtener tu bendición? Nadie que acudió a Jesús con fe se fue con las manos vacías. ¡Tampoco sucederá contigo!
Acerca de este Plan

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/
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