Una vida de intimidad con DiosMuestra

Claves para ser bendecidos
“... ¡Pronto enviaré lluvia!... Elías... dijo: Hasta cuándo seguirán indecisos... Si el SEÑOR es Dios, ¡síganlo!...Al instante... fuego... cayó del cielo...”, 1ª Reyes 18:1-38 (NTV).
Dios dijo: “¡Pronto enviaré lluvia!”; sin embargo, antes envió fuego. La lluvia simboliza presencia y bendición, Ezequiel 34:26. El fuego simboliza purificación: “Nuestro Dios es fuego consumidor”, Hebreos 12:29. Muchas bendiciones están atoradas en el cielo y solo serán soltadas cuando tengamos la suficiente humildad para arrepentirnos y apartarnos de nuestros pecados. El derramamiento del Espíritu Santo no vendrá, a menos que estén dadas las condiciones.
El pueblo de Israel se había alejado de Dios y enamorado de Baal y, antes de que Dios mandara su bendición los llevaría a una correcta relación de amor con Él. Lo único que podría detener la bendición que Dios ha planeado derramar como aguacero sobre nuestras vidas es el corazón dividido. Mientras permanezcamos indiferentes a Dios y ocultemos nuestras faltas en vez de confesarlas y abandonarlas, podremos orar hasta el día del juicio y el avivamiento no llegará. ¡El arrepentimiento precipita el avivamiento!
¿De qué deberíamos arrepentirnos?:
1. De nuestra anorexia espiritual. Existe poco hambre de Dios. Una persona pierde el hambre por dos razones: está enferma o enamorada. Cuando perdemos el “apetito” por Cristo significa que estamos espiritualmente enfermos o enamorados de algo distinto a Él. ¡La salud espiritual y el hambre por Dios van de la mano!
2. De nuestra ingratitud. Venimos programados de nacimiento para pedir y no para agradecer. No es necesario enseñarles a los niños a pedir; al contrario, debemos educarlos para que sean agradecidos. Cuando nuestros hijos reciben un regalo solemos decirle: “¿qué se dice? Gracias”. Pero a los adultos nos pasa exactamente lo mismo que a los niños. ¡Pruébate! ¿Puedes pasar quince minutos en oración sin pedir absolutamente nada a Dios? Sería bueno adentrarnos en la adoración sin pensar en nuestra interminable lista de necesidades y sin utilizar nuestras palabras favoritas: ¡dame, bendíceme y ayúdame!
“Señor, perdona mi anorexia espiritual. Desata en mí hambre por tu presencia como nunca antes. Comienza tu obra en las áreas de mi vida que necesitan sanidad, transformación y renovación profunda. No me dejes, no te alejes. Me despojo de aquellas cosas que no pusiste en mi corazón y roban mi atención. Te agradezco las bendiciones de cada día. Amén”.
Acerca de este Plan

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/
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