Una vida de intimidad con DiosMuestra

El verdadero valor de las cosas
Vivir consagrados a las cosas terrenales y pasajes, descuidando las que son eternas es una trampa demoníaca. Satanás llevó a Jesús a la cima de una montaña “y le mostró todos los reinos del mundo... —Te daré todo esto —dijo —si te arrodillas y me adoras”, Mateo 4:8-9 (NTV). El diablo le ofreció un trato. Le daría todos los bienes que quisiera a cambio de su alma. Esta es la base bíblica para lo que hoy se conoce como ‘pacto con el diablo’. Vender el alma al diablo no es un mito. Muchos lo han hecho. El diablo te ofrecerá cuantiosas recompensas. Dirá que puede llevarte a la cima, encender las luces de la popularidad, darte reconocimiento y éxito. Luego vendrá a buscar lo que es suyo, es decir, tu alma para llevarla al infierno.
Detente y reflexiona. No existe ganancia en este mundo que valga tu alma y tu eternidad, Mateo 16:26. El diablo es muy astuto. No seguiría haciendo la oferta de muchos bienes por el alma si no le funcionara. Tiene la habilidad de convencernos de que nuestra alma es barata, que las cosas que él ofrece son muy valiosas y que compensan cualquier sacrificio para obtenerlas. El diablo insiste en que hagamos el trato y le vendamos nuestra alma.
¿Y, qué deberíamos estar haciendo con nuestra vida? Consagrarnos a Dios y luego invertir en su obra. Necesitamos trabajar y progresar, pero nuestro corazón debe anclarse en Dios y en sus intereses: “No acumules tesoros en la tierra... ¡Acumula tesoros en el cielo...!”, Mateo 6:19 (NT BAD). Con frecuencia las preocupaciones por las cosas temporales nos hacen descuidar las que son eternas. Son miles las personas que no han hecho todavía ni una sola inversión en el cielo. Todo su capital está en la tierra. Un pastor conversaba con un joven lleno de sueños de grandezas y que solo hablaba de sí mismo. “¿Y qué harás después de lograr tu título?”, le preguntó. “Pondré un negocio”, dijo el joven. “¿Y luego?”. “Haré una fortuna”. “¿Y luego?”. “Supongo que me haré viejo”. “¿Y luego?”. “Bueno me imagino que algún día tendré que morir”. “¿Y luego?”. ¡Aterrador final! El que no quiera pensar que hay otra vida después de la muerte se enfrentará a la trágica consecuencia de sufrir en el infierno, junto a Satanás y sus demonios. Vivamos y utilicemos todos nuestros recursos para el propósito más sublime: engrandecer el nombre de Dios y extender su reino.
Acerca de este Plan

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
More
Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/