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Una vida de intimidad con DiosMuestra

Una vida de intimidad con Dios

DÍA 294 DE 365

Hacer algo o guardar silencio

“...Un sembrador salió a sembrar... parte... cayó en buena tierra, y dio buena cosecha...”, Mateo 13:3-8 (DHH).

Jesús prometió que el que siembra en “buena tierra” tendrá una “buena cosecha”. Y el apóstol Pablo agregó: “el que siembra mucho, cosecha mucho”, 2ª Corintios 9:6 (PDT). El Señor fue muy claro. El secreto de una buena y gran cosecha no es la semilla sino, el lugar donde se la siembra. Si el terreno es fértil la cosecha está asegurada, pero si el terreno es inútil la semilla se pierde. El terreno estéril neutraliza el potencial de la semilla. Observa a tu alrededor. ¿Cuántas personas con un gran potencial son neutralizadas por las duras circunstancias que deben enfrentar? Otras se marchitan por malas elecciones sentimentales. Jóvenes temerosos de Dios y consagrados a su causa que, de repente, se casan y todo ese fuego queda neutralizado por la esterilidad de la persona que eligieron para casarse. Lo mismo sucede en las iglesias. Creyentes deseosos de crecer que terminan marchitándose espiritualmente porque se sembraron en un equipo que no quiere crecer. Aprende esta lección: ¡el secreto del éxito depende y mucho de las personas con las que te rodeas! Sean tus amigos, tu pareja o tu socio en el trabajo debes tener mucho cuidado en la elección. ¡Tu futuro depende y mucho de tu círculo íntimo!

Si eliges con cuidado el terreno donde sembrar, el resultado final valdrá el esfuerzo. No importa tanto si somos una semilla con capacidad al treinta, al sesenta o al ciento por ciento, la tierra en la que nos sembramos contribuirá a la expresión de nuestro máximo potencial y producirá una cosecha que honre a Dios. No necesitas ser una persona con alguna capacidad extraordinaria para dar frutos, lo que necesitas es sembrar lo que tienes y lo que eres en Dios; tal como lo hizo Pedro. Primero sembró su botecito, pero luego se sembró a sí mismo. Jesús fue su modelo y también es el nuestro. En el Gólgota sembró su vida en Dios el Padre y se convirtió en el Salvador del mundo. Este principio espiritual sigue vigente: ¡la magnitud de la cosecha está determinada por el terreno en el que sembramos!

Es nuestra responsabilidad seleccionar el terreno. Que nadie tenga dudas: ¡el reino de Dios es el mejor terreno para sembrar! Siembra en Dios, siembra en su obra y una abundante cosecha de bendición te será devuelta desde el cielo.

Acerca de este Plan

Una vida de intimidad con Dios

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).

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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/