Una vida de intimidad con DiosMuestra

Haz esto, ¡y la maldición se romperá!
Un creyente desobediente está maldecido: “...Porque pecamos contra ti, nos han sobrevenido las maldiciones...”, Daniel 9:11 (NVI). ¿Recuerdas a los hijos de Elí? Por desobedientes “...trajeron sobre sí una maldición...”, 1ª Samuel 3:13 (LBLA). ¡Si quieres vivir bendecido, obedece a Dios! Nadie tiene la culpa de nuestras desgracias, si somos nosotros los que le damos la espalda al Señor. Esta manía de culpar a otros por las consecuencias de nuestros pecados es muy vieja. Los israelitas hicieron lo mismo cuando volvieron del exilio. Dios les ordenó reconstruir el templo (Esdras 1:1-3), pero no obedecieron y como consecuencia Dios los maldijo: “Esperaban cosechas abundantes, pero fueron pobres; y cuando trajeron la cosecha a su casa, yo la hice desaparecer con un soplo... Yo mandé la sequía... ¿Y saben por qué lo hice? ...Porque mi templo está en ruinas mientras que ustedes solo piensan en arreglar sus propias casas... ¡por eso sufren...!”, Hageo 1:9-11 (NTV y TLA). El evangelio del diablo dice que Dios no maldice y, aquellos que lo creen, tienen la excusa perfecta para vivir como quieran sin temer las consecuencias. Pero el verdadero evangelio dice algo totalmente diferente. Dios no maldice a quienes lo obedecen, pero a los rebeldes y desobedientes hasta las bendiciones les quita: “Si no me obedecen... yo los maldeciré... cambiaré en maldición mis bendiciones...”, Malaquías 2:2 (TLA). Reafirmemos esta gran lección: “La maldición nunca viene sin causa” (Proverbios 26:2, BSO). Y la causa de la maldición siempre es la desobediencia. A los obedientes las maldiciones no le alcanzan porque “la maldición sin motivo jamás alcanza su destino”, Proverbios 26:2 (PDT).
“Sabemos que el que ha nacido de Dios no está en pecado: Jesucristo... lo protege, y el maligno no llega a tocarlo”, 1ª Juan 5:18 (NVI). La clave de la protección está en la frase “no está en pecado”. ¡El que no está en pecado está protegido! En cambio, nuestra desobediencia le da autoridad al diablo para arruinar nuestras vidas. Sus derechos están conectados con nuestra desobediencia. Somos nosotros, por medio del pecado, los que le damos acceso al enemigo. Y el diablo no tendrá piedad.
Dios no podrá prohibirle a Satanás que te robe si tú mismo le abriste la puerta para que entre. En definitiva, no puedes romper con la maldición hasta que no hayas lidiado con la causa. Y la causa de la maldición siempre es la desobediencia. ¡Si abandonas la desobediencia, se acaba tu maldición!
Acerca de este Plan

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/
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