Una vida de intimidad con DiosMuestra

Obediencia y bendición
¡La obediencia protege nuestros intereses y también los de Dios! Cuando obedecemos nos protegemos, resguardamos nuestros intereses y glorificamos el santo nombre de Dios entre las naciones. La obediencia, al igual que la unidad, es una forma de evangelizar. Lamentablemente no usamos ni la una ni la otra. Si realmente amáramos a Dios nos esforzaríamos por vivir en obediencia para que su nombre se haga famoso en las naciones. ¿Estamos dándole a los incrédulos motivos para que se burlen de nuestro Dios? Nuestro comportamiento, ¿honra o denigra al Señor? Las personas ungidas buscan siempre ensalzar a Dios. El salmista dijo: “No a nosotros, SEÑOR, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria... ¿Por qué han de decir las naciones: dónde está ahora su Dios?”, Salmo 115:1-2 (NBLH). Cuando el pueblo se entregó a la idolatría, Dios quiso destruirlo y Moisés intercedió: “Dios mío... si lo destruyes, los otros pueblos van a pensar que no pudiste llevarlo hasta la tierra que le prometiste. También van a pensar que tú no los quieres...”, Deuteronomio 9:26-28 (TLA).
Después de un tiempo, el pueblo volvió a desobedecer y Moisés intercedió nuevamente por ellos: “Si matas a... este pueblo, las naciones que han oído hablar de tu fama dirán: El Señor no fue capaz de llevarlos... a la tierra que juró darles...”, Números 14:15-16 (NVI). Moisés no estaba interesado en su pescuezo o en el bienestar de su familia como sí en la reputación de Dios. Josué tenía el mismo corazón: “¿Qué pasará con la honra de tu gran nombre?”, Josué 7:9 (NTV). La reacción de estos ungidos del Señor no se parece a la nuestra. Hermanos llevados por otros a juicio delante de los incrédulos. Policías a las puertas de los templos por divisiones intestinas. Órdenes judiciales por desalojo. Ambición desmedida por cargos eclesiásticos. Líderes acostándose con mujeres que no son sus esposas. Gritos, insultos y peleas en los hogares. ¿Quién querrá conocer al ‘dios’ que ellos predican? Los creyentes hemos sido los primeros en mancillar el nombre de Dios. Basta ya. Dios espera que lo respetemos: “...El Señor... hizo escribir un libro recordatorio donde estaban los nombres de aquellos que respetan al Señor y... que siempre piensan en el honor de su nombre”, Malaquías 3:16 (PDT y NTV).
¿Qué debemos hacer? Arrepentirnos y confesar nuestros pecados. Abandonar la vida de maldad y honrar su nombre con nuestra conducta. ¿Cómo responderemos a este llamado? La invitación es para hoy, antes de que nuestra propia maldad nos alcance.
Acerca de este Plan

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/
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