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Una vida de intimidad con Dios

DÍA 219 DE 365

No vale la pena aferrarse a lo que nos hace daño

“La esposa de Potifar... le dijo... Ven y acuéstate conmigo... Pero José se negó: ... ¿Cómo podría yo cometer semejante maldad? Sería un gran pecado contra Dios...”, Génesis 39:7-9 (NTV).

La verdadera razón por la que José se negó a pecar era Dios. José sabía que el pecado entristece a Dios. ¡Cuando pecamos le damos una gran alegría al diablo! ¿Es eso lo que quieres? Más aún, no te olvides que esa felicidad que le das al diablo es retribuida siempre con mucho sufrimiento. No pienses ni por un solo instante que el infierno te premiará por el gran favor que le estás haciendo de pecar. Ahora bien, si las bendiciones vienen del cielo, ¿por qué tratamos con tanto desprecio al Señor? ¿Por qué le damos tantas tristezas? ¡No hay peor pecado que provocarle lágrimas a quien nos ha regalado sus mejores sonrisas!

David se identificaba con Dios entristeciéndose por el pecado: He llorado un mar de lágrimas porque la gente no sigue tus enseñanzas”, Salmo 119:136 (PDT).José y David compartieron la misma tristeza de Dios por el pecado. Y Dios espera lo mismo de nosotros. ¿No deberíamos estar dolidos por nuestra condición pecaminosa y la de la iglesia? Los líderes ya no tienen un mensaje penetrante de reprobación hacia el pecado. Han abandonado el lugar secreto y predican la Palabra disculpándose por algunos pasajes para no entrar en conflicto con los hijos de Belial. Han cerrado sus ojos a la moralidad bíblica y ya no enseñan santidad. ¿Qué dirán cuando en el día del juicio el Señor les pregunte por qué no mostraron a la gente la diferencia entre lo santo y lo profano? Pablo fue categórico: “No me eché para atrás a la hora de declarar todo lo que Dios quiere que ustedes sepan”, Hechos 20:27 (NTV). Líderes, ¿ofrecen todo el consejo bíblico u ocultan parte de la verdad por temor a ofender? Cuidado, porque al igual que Elí, el liderazgo transigente no gozará más de la presencia de Dios.

Salgamos de la zona de comodidad. Hagamos sonar la trompeta de la santidad. Que nuestros púlpitos truenen sagradamente contra la corrupción. ¿Nos afligiremos como Pablo lo hacía por la inmoralidad en la iglesia de Corinto? ¿Lloraremos a la puertas de nuestra ciudad como lo hizo Jesús por Jerusalén?, Lucas 19:41-44. Tengamos un sincero deseo de agradar a Jesucristo y una profunda tristeza cuando hemos hecho algo para entristecerlo. Dejemos que nuestro corazón se desgarre por las mismas cosas que desgarran el corazón de Dios.

Acerca de este Plan

Una vida de intimidad con Dios

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).

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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/