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Una vida de intimidad con Dios

DÍA 218 DE 365

Fuera con la envidia

“Debemos mantenernos limpios de todo lo que pueda mancharnos, tanto en el cuerpo como en el espíritu...”, 2ª Corintios 7:1 (DHH).

Nuestro espíritu puede ser contaminado. La envida, el odio, la avaricia, el orgullo, la soberbia, la incredulidad, el resentimiento, la rebelión y la idolatría son ejemplos de pecados del espíritu. Son tan dañinos como los pecados del cuerpo aunque nosotros no los valoremos de la misma forma. La Biblia dice que Saúl envidiaba a David, 1º Samuel 18:9. La envidia lo llevó a odiarlo y el odio dio paso al deseo de asesinarlo.

La envidia prepara el escenario para toda clase de pecados de la carne: “Donde hay envidia... hay desorden y todo tipo de maldad”, Santiago 3:16 (NT-BAD). Más tarde, ¿qué hizo la envidia en el corazón de David? Le hizo codiciar la esposa de un soldado de su confianza y lo llevó por un laberinto de lujuria, mentira, adulterio y asesinato. Estos pecados no se habrían cometido si no fuera por causa de la envidia. Por eso la Biblia dice: “El enojo es cruel, la ira es destructiva, y la envidia es incontrolable”, Proverbios 27:4 (TLA). Fue la envidia de Caín la que dio lugar al asesinato de Abel. Por envidia los hermanos de José lo vendieron a Egipto y los fariseos tramaron la muerte de Jesús, Mateo 27:18. ¡Si no quieres recibir al diablo con todos sus sicarios, resiste al pecado de la envidia!

Separar la envidia del corazón es tan difícil como evitar el encuentro de dos enamorados. Sin embargo, la envidia es una afrenta a Dios. Cuando envidiamos cuestionamos el derecho del Señor a administrar sus dones según su voluntad. ¿Nos molesta que Dios quiera bendecir a otro más que a nosotros? ¿No queremos que Dios sea bueno? La envidia enferma el cuerpo: “...La envidia causa enfermedades”, Proverbios 14:30 (PDT). Atrae el castigo de Dios: “Nuestros antepasados... tuvieron envidia... Dios los castigó por tener envidia...”, Salmo 106:14-17 (PDT). La envidia proviene del infierno: “La envidia y el egoísmo no se originan en Dios; al contrario, son terrenales, carnales y diabólicos”, Santiago 3:15 (NT-BAD).

Para vencer el pecado de la envidia hay que pedir ayuda al cielo. No desafíes a la envidia a un duelo con tus propias fuerzas; no tienes el poder ni la inteligencia para ganar. Pero si eres lo bastante humilde para pedir su gracia, el Señor te sacará de las garras de la envidia.

Acerca de este Plan

Una vida de intimidad con Dios

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).

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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/