Una vida de intimidad con DiosMuestra

¿Se heredan los pecados de los padres?
Al poco tiempo de que Israel saliera de Egipto y se internara en el desierto, rumbo a la tierra prometida, se desató una feroz rebelión encabezada por Coré y sus amigos Datán y Abiram. Alegaban que los derechos del pueblo estaban siendo menoscabados y que Moisés gobernaba con autoritarismo. Sin embargo, los verdaderos motivos de la revuelta eran otros. Coré, seducido por los beneficios del poder, codiciaba el sacerdocio de Aarón, Números 16:8-10. Por su parte, Datán y Abiram apoyaban la revolución porque también escondían intereses personales. Por ser descendientes de Rubén creían que su derecho era liderar al pueblo y ambicionaban el liderazgo de Moisés, Salmo 106:16. El pecado fue tan grave a los ojos del Señor que la tierra se tragó a los rebeldes y a sus familias: “...Por causa de su rebeldía Dios hizo que la tierra se los tragara, ¡y la tierra se los tragó, junto con sus familias y pertenencias!... descendieron vivos al infierno...”, Deuteronomio 11:6 (TLA) y Números 16:33. Sin embargo: “...los hijos de Coré no murieron ese día”, Números 26:11 (NTV). ¡Qué curioso! Los hijos del líder principal de la revolución fueron perdonados; mientras que los hijos de sus amigos y cómplices, Datán y Abiram, fueron condenados y tragados vivos por la tierra.
¿Por qué razón los hijos de Coré no murieron en el día del juicio? Existen dos posibilidades: no participaron de la rebelión o se arrepintieron a tiempo. Lo que sabemos con certeza es que los hijos de Coré no tomaron parte en el pecado de su padre. Es cierto que los hijos sufren las consecuencias de la maldad de sus padres, pero no son castigados por culpa de sus padres, a no ser que participen de sus pecados. ¡Los pecados no se heredan! ¡Somos juzgados por nuestros propios pecados! “...Yo juzgo a cada uno... de acuerdo con su conducta...”, Ezequiel 18:30 (TLA). Dios es justo y dará a cada uno lo que se merece: “...La persona que peque es la que morirá. El hijo no será castigado por los pecados del padre ni el padre será castigado por los pecados del hijo. Los justos serán recompensados por su propia conducta recta y las personas perversas serán castigadas por su propia perversidad”, Ezequiel 18:14-20 (NTV). La gran lección que debemos aprender es esta: ¡el pecado nos aleja de Dios y atrae castigo, mientras que la obediencia nos acerca a Dios y desata enormes bendiciones! Finalmente, no participes ni seas cómplice de los pecados de tus padres. Tú honra a Dios y Dios te honrará a ti.
Acerca de este Plan

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/