Una vida de intimidad con DiosMuestra

La lucha contra el Espíritu
“...Como entonces el que había nacido según la carne perseguía al que había nacido según el Espíritu, así también ahora”, Gálatas 4:29.
Saúl pasó su vida persiguiendo a David, así como Ismael a Isaac. El poder de la carne nos incita a lo malo: “...Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios. Ustedes ya no están en la carne, sino que viven en el espíritu, pues el Espíritu de Dios habita en ustedes. Si alguno no tuviera el Espíritu de Cristo, éste no le pertenecería. Pero Cristo está en ustedes...”, Romanos 8:5-10 (BLA).
Todos somos conscientes de esta lucha diaria entre la carne destronada (pero tratando de ganar terreno) y, el espíritu de vida en nuestro interior (a partir del nuevo nacimiento) que desea bendición, vida abundante y paz.
Debemos batallar con todas las fuerzas para que la carne no gane terreno. ¿Cómo lo hacemos? Empleando las armas espirituales de la oración y el ayuno, a la vez que confiamos que Jehová Sabaotestá con nosotros, cumpliendo sus planes y llevando adelante sus propósitos.
Gálatas 5:16-26 nos advierte: “...Obedezcan al Espíritu de Dios, y así no desearán hacer lo malo... ustedes no pueden hacer lo que se les antoje. Todo el mundo conoce la conducta de los que obedecen a sus malos deseos: no son fieles en el matrimonio, tienen relaciones sexuales prohibidas, muchos vicios y malos pensamientos. Adoran a dioses falsos, practican la brujería y odian a los demás. Se pelean unos con otros, son celosos y se enojan por todo. Son egoístas, discuten y causan divisiones. Son envidiosos, y hasta matan; se emborrachan, y en sus fiestas hacen locuras y muchas cosas malas... En cambio, el Espíritu de Dios nos hace amar a los demás, estar siempre alegres y vivir en paz con todos. Nos hace ser pacientes y amables, y tratar bien a los demás, tener confianza en Dios, ser humildes, y saber controlar nuestros malos deseos... Si el Espíritu ha cambiado nuestra manera de vivir, debemos obedecerlo en todo. No seamos orgullosos, ni provoquemos el enojo y la envidia de los demás por creernos mejores que ellos”.
Muy aleccionadora y desafiante resulta la Palabra de Dios. Que hoy sea el día en que obedeceremos al Espíritu Santo.
“Señor, no quiero satisfacer el hambre espiritual con ritos, apariencias, información o conocimiento. No quiero ser indulgente con mi propia maldad. No quiero apagar al Espíritu Santo. Ayúdame a obedecerte de todo corazón. Oro en el nombre de Jesús. Amén”.
Acerca de este Plan

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/
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