Una vida de intimidad con DiosMuestra

El pecado de la incredulidad
La dureza del corazón no solo impide la santidad, sino que aumenta la incredulidad. Como resultado, dudamos del poder de Dios y de su carácter amoroso. Buscamos refugio en cosas pasajeras que no tienen la capacidad para protegernos ni darnos paz.
De las cuatro veces que Jesús reprendió la incredulidad en el evangelio según San Marcos, tres de ellas se relacionaron con sus propios discípulos (Marcos 6:49:52; Marcos 8:17; Marcos 16:14).
Escuchemos al Espíritu Santo: “... ¡Cuidado! Asegúrense de que ninguno de ustedes tenga un corazón maligno e incrédulo que los aleje del Dios vivo. Adviértanse unos a otros...para que ninguno sea engañado por el pecado y se endurezca contra Dios....”, Hebreos 3:12-19 (NTV). “Esto dice el SEÑOR... ¡Pasen el arado por el terreno endurecido de sus corazones!No desperdicien la buena semilla entre los espinos”, Jeremías 4:3 (NTV). “...Cambien la actitud del corazón ante el SEÑOR...”, Jeremías 4:4 (NTV). Todo jardinero sabe que los espinos crecen por el descuido en el mantenimiento diario. La pereza permite el crecimiento de las malezas. ¿Cómo respondió aquella generación al llamado profético? Jeremías 12:13 declara: “Sembraron trigo, pero solo recogieron espinos. Trabajaron duro, pero no han logrado nada...”, PDT. Esto evidencia que no se volvieron de todo corazón al Señor.
El concepto de ‘limpiar’ primero para ‘sembrar’ después es bíblico. El agricultor ara la tierra antes de sembrarla y el constructor limpia el terreno antes de levantar un edificio, pero nosotros pretendemos edificar sobre la inmundicia. El pecado es la autorización que el diablo tiene para robarnos. La maldición en la que estamos no se romperá y el diablo no se irá, a menos que cerremos la puerta del pecado. Cuando Dios llamó al profeta Jeremías, le dijo: “Mira que te he puesto en este día... para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para edificar y para plantar”, Jeremías 1:10. Advierte la secuencia: primero arrancar y derribar, luego edificar y plantar.
Si el terreno está endurecido, cubierto de malezas, escombros y cacharros, se ahogará la vida incipiente, aunque se siembre la mejor semilla y se riegue con esmero. Así sucede en nuestra vida. En ciertas ocasiones aparecen atisbos de cambios, pero bastan unos días para que todo vuelva a ser como antes. ¿Qué ha ocurrido? No hemos limpiado el terreno. El secreto para experimentar la bendición creciente en tu vida es derribar primero para construir después. ¡Desata los nudos espirituales y todas aquellas cosas que tienen el potencial de impedir tu prosperidad! ¡Santifícate en su presencia!
Acerca de este Plan

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/
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