Una vida de intimidad con DiosMuestra

Corazón preparado
“Como ya tienen esas promesas, esfuércense (pongan diligencia) ahora por mejorar su vida así: a la fe, añádanle buena conducta... dominio propio... constancia... servicio a Dios... afecto a sus hermanos en Cristo y... amor por todos...”, 2ª Pedro 1:5-8 (PDT).
¿Estas características pueden considerarse ‘frutos’ para el Señor? En otras palabras, ¿cuáles son los frutos que Dios nos insta a desarrollar? Gálatas 5:22-25 dice: “...La clase de fruto que el Espíritu Santo produce en nuestra vida es: amor, alegría, paz, paciencia, gentileza, bondad, fidelidad, humildad y control propio. ¡No existen leyes contra esas cosas!... Ya que vivimos por el Espíritu, sigamos la guía del Espíritu en cada aspecto de nuestra vida” (NTV). En conclusión, Dios anhela frutos espirituales en nuestras vidas.
La clave para llevar ‘muchos frutos’ es la diligencia por buscar el rostro del Señor. Jesús dijo: “Permanezcan en mí...una rama no puede producir fruto si la cortan de la vid, y ustedes tampoco pueden ser fructíferos a menos que permanezcan en mí”, Juan 15:4 (NTV). Dios transforma nuestro ser cuando estamos en intimidad con Él. Examinemos Oseas 10:12: “...Aren la dura tierra de sus corazones, porque ahora es tiempo de buscar al SEÑOR para que él venga y haga llover justicia sobre ustedes”, NTV. En la versión NVI dice: “...pónganse a labrar el barbecho”.
¿Qué es el barbecho? Es tierra endurecida. En el pasado fue productiva, pero ahora necesita ser acondicionada; de lo contrario, la semilla se perderá. Para producir frutos, primero debemos trabajar ‘el barbecho”. Esta es la imagen que Dios emplea para describir los corazones de los creyentes, sobre todo cuando se vuelven insensibles a los pecados que contristan al Espíritu Santo, no responden a su llamado a la oración ni reconocen su dulce voz. Cumplen sus obligaciones cristianas, pero sin pasión ni fe; fríos en su relación con el Señor, desamorados e indiferentes.
Cuando el amor se enfría crecen las malas actitudes, la ingratitud, las sensibilidades personales frente a los hermanos y todo les ofende. Se multiplican los pecados del espíritu (orgullo, incredulidad, avaricia, egoísmo, enojo, envidia, rebeldía, mentira, hipocresía, impaciencia y otros similares). Como resultado, abundan las discordias y las luchas por el poder. Las rivalidades están a la orden del día, al igual que las divisiones. ¡Qué hoy sea nuestro día de cambio! ¡Que volvamos nuestro rostro al Señor y su presencia gloriosa nos transforme!
“Ayúdame Señor en el proceso de ‘trabajar’ mi alma en tu presencia. Condúceme en el camino de transformación para que esté preparado para toda buena obra. Amén”.
Acerca de este Plan

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/
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