Una vida de intimidad con DiosMuestra

Interés por la gloria del Señor
“Oh SEÑOR, Dios del cielo, Dios grande y temible que cumples tu pacto de amor inagotable con los que te aman... ¡escucha mi oración! Mírame y verás que oro día y noche por tu pueblo Israel. Confieso que hemos pecado contra ti. ¡Es cierto, incluso mi propia familia y yo hemos pecado! Hemos pecado terriblemente... Te suplico que recuerdes lo que le dijiste a tu siervo Moisés: “...si vuelven a mí y obedecen mis mandatos... aunque se encuentren desterrados en los extremos más lejanos de la tierra, yo los volveré a traer al lugar que elegí”...Oh Señor, te suplico... Escucha las oraciones de aquellos quienes nos deleitamos en darte honra...”, Nehemías 1:5-11 (NTV).
Destaquemos dos aspectos de esta oración:
Nehemías aprecia la grandeza de Dios. Existe un temor reverencial en su oración. Proverbios 9:10 dice: “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría...”, VRV. Esta actitud de respeto y honra es poco común, aun en la oración íntima de los creyentes. Nehemías está consciente de la Majestad y Santidad de Dios, a la vez que aprecia su fidelidad, ternura paternal y amor que no cambia.
Nehemías le recuerda a Dios sus promesas. Toma la fidelidad de Dios como centro de su oración. No lo visible (las adversidades) sino las poderosas promesas de Dios. Él es el único capaz de cumplirlas de pura misericordia, pues el requisito de santidad en su pueblo estaba muy lejos de cumplirse. ¡Si pudiéramos entender cuán glorioso fue el sacrificio de Jesús, cada día daríamos más gracias por él! Nosotros tenemos acceso a Dios y a sus promesas únicamente porque Cristo nos justificó de nuestros pecados. Recordar en oración las promesas de Dios fue lo que caracterizó la oración de Abraham, Moisés, Elías y Daniel. Toda intercesión poderosa a través de la historia se ha basado en las promesas de Dios.
Nehemías le recordó a Dios lo que había convenido hacer. En este gran principio, dice Duncan Campbell, se apoyaron los que buscaban renovación y avivamiento. En Lewis, antes de 1949, unos pocos creyentes tenían la convicción de que Dios cumpliría su promesa de Isaías 44:3: “...Mi Espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos”, VRV. Como consecuencia vivieron un avivamiento.
¿Creeremos o vacilaremos ante tal evidencia bíblica? ¿Oraremos con fe recordando las promesas de Dios o claudicaremos frente a las adversidades? ¡Que nuestra espiritualidad se vea revolucionada al meditar en los ejemplos de los santos que nos han precedido!
Acerca de este Plan

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/
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