Día 8 de 10 • Ver la lectura de hoy
Hacedores, no solo oidores de la palabra
Una condición para activar el poder de la palabra de Dios en nuestras vidas es ser hacedor y no sólo oidor de ella.
El pasaje de Santiago 1:22-25 pone de manifiesto el valor práctico de la fe. Muchos creyentes se convierten tan sólo en oidores de la palabra. Aun pueden llegar a ser doctos en ella, pero eso no los hace creyentes espirituales ni hombres o mujeres de fe. Acertadamente, dice un pensamiento anónimo: “Más sabe un campesino de la Biblia, que el más erudito eclesiástico que la ignora”. Los fariseos y saduceos del tiempo de Jesús, ilustran esta verdad. Ellos eran doctores en la ley y la palabra de Dios, pero estaban muy lejos de vivir conforme a ella.
Este pasaje enfatiza la experiencia antes que la doctrina, lo cual no niega el valor de conocer doctrina bíblica (conocer los preceptos y mandamientos de la Biblia), sino el hecho de que saber de la Biblia no es un fin en sí mismo. La fe genuina es una fe práctica (Santiago 2:14-25).
El problema es que, en muchos de nosotros, hay una discrepancia - un gran abismo – entre nuestra teología y nuestra experiencia, entre lo que sabemos de la palabra de Dios y lo que practicamos. Y, es precisamente la puesta en práctica de la palabra de Dios, lo que activa la fe en nosotros; y es también la aplicación de la palabra de Dios, la que crea el estado de bienaventuranza en nuestras vidas: "Mas el que mira atentamente en la perfecta ley, la de la libertad, y persevera en ella, no siendo oidor olvidadizo, sino hacedor de la obra, éste será bienaventurado en lo que hace".
La recepción y aceptación sola de la palabra no basta, la palabra injertada (implantada) no es suficiente, sino que esta demanda que sea puesta en práctica (Santiago 1:21-22).
La fe práctica no es otra cosa que obediencia a la palabra de Dios. La fe obra (se demuestra) por la obediencia.