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Día 4 – Fortaleza
En la oración sacerdotal, Jesús no solo pidió que sus seguidores vivieran en unidad, sino que también intercedió por su protección: No te pido que los quites del mundo, sino que los protejas del maligno (Juan 17:15).
Estas palabras revelan el deseo pastoral del Señor: que sus discípulos puedan resistir en un mundo lleno de pruebas, no por su propia fuerza, sino a través de la fortaleza que proviene de la comunión en el cuerpo de Cristo.
La unidad es más que una virtud espiritual; es un refugio divino. En una comunidad unida, los creyentes se sostienen mutuamente y se cubren unos a otros ante los ataques del enemigo. Pedro lo explicó con una imagen poderosa: “Practiquen el dominio propio y manténganse alerta. Su enemigo el diablo ronda como león rugiente, buscando a quién devorar” (1 Pedro 5:8). El león no ataca al grupo, sino al que se separa. Así también, el creyente que se aísla corre más riesgo. La unidad es una forma de protección espiritual: una muralla invisible que el enemigo no puede atravesar fácilmente.
Además de protegernos, la unidad nos potencia. Jesús dijo: “Si dos de ustedes en la tierra se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les será concedida por mi Padre” (Mateo 18:19). El poder del acuerdo tiene un efecto real en el mundo espiritual. No se trata solo de orar juntos, sino de compartir un mismo propósito. Donde hay acuerdo, hay presencia, y donde hay presencia, hay poder.
Las oraciones colectivas abren los cielos de una manera distinta a las oraciones individuales, porque en ese acto de fe común, Cristo se hace presente: Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mateo 18:20).
La unidad también multiplica nuestras capacidades. Eclesiastés 4:9 lo afirma con sabiduría: Mejores son dos que uno, porque obtienen más fruto de su esfuerzo. Cuando trabajamos juntos, no solo sumamos fuerzas, las multiplicamos. Si uno cae, el otro lo levanta; si uno se debilita, el otro lo sostiene. La cuerda de tres hilos no se rompe fácilmente (Eclesiastés 4:12). Esta imagen nos recuerda que el compañerismo cristiano no es opcional; es vital. Los hombros que cargan juntos las dificultades representan el amor de Cristo en acción.
El apóstol Pablo refuerza esta idea en Gálatas 6:2: Ayúdense unos a otros a llevar sus cargas, y así cumplirán la ley de Cristo". La unidad se convierte, entonces, en una red de apoyo que encarna el amor de Dios. En los momentos más oscuros, la iglesia unida se vuelve un refugio visible del Dios invisible. El Salmo 91 lo expresa con ternura: “El que habita al abrigo del Altísimo se acoge a la sombra del Todopoderoso.” A través de la comunidad, Dios nos cubre, nos consuela y nos renueva.
Cuando la iglesia vive en unidad, se transforma en una fortaleza espiritual: un espacio donde el enemigo no puede entrar, donde el Espíritu Santo se mueve con libertad, y donde cada persona encuentra abrigo y propósito.
Aplicación práctica: Evalúa si estás caminando en comunidad o si te has aislado. Busca reconectarte: asiste a tu grupo, únete a una reunión de oración o comparte con alguien tu carga. La fortaleza del cuerpo se multiplica cuando los miembros se acompañan. Pide a Dios que te ayude a ser abrigo para otro, recordando que en la unidad hay protección y poder.
Acerca de este Plan

"Uno" es una invitación a abrazar la unidad en la diversidad del cuerpo de Cristo. A través de seis días verás temas como la unidad, la edificación conjunta, la calidad espiritual, la fortaleza de la comunidad, el rol de cada miembro y el llamado a ser faro de esperanza. Este devocional es un llamado a vivir en armonía, construir juntos, y reflejar el amor de Dios como una sola familia de fe. Una guía para transformar la división en comunión, y la individualidad en propósito colectivo.
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Nos gustaría agradecer a RightNow Media por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: www.rightnowmedia.org/es
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