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Día 1 – Unidad
En el Evangelio de Juan, capítulo 17, Jesús ora por sus discípulos y por todos los que habrían de creer: Que todos sean uno, Padre, así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado (Juan 17:21). Estas palabras nos revelan el corazón de Cristo: la unidad de la iglesia no es una idea secundaria, sino una prioridad divina. La unidad es el testimonio más visible de que el Evangelio realmente nos transformó.
La oración de Jesús nos muestra que el modelo perfecto de unidad es la Trinidad. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo viven en perfecta comunión, sin competencia ni fragmentación. Esa comunión divina es la que Jesús desea que experimentemos en la iglesia: una unidad espiritual que trasciende las diferencias y que nos convierte en reflejo de Dios en el mundo.
Por eso, la unidad no es opcional ni negociable. Algunos creen que basta con trabajar juntos ocasionalmente o coincidir en algunos temas. Pero la Biblia enseña que la unidad es un mandato: un llamado a vivir en amor, paciencia y cooperación constante. Jesús dijo: De este modo todos sabrán que son mis discípulos, si se aman los unos a los otros (Juan 13:35). Cuando el amor gobierna, la unidad florece.
Sin embargo, es importante distinguir la unidad de la uniformidad. Ser uno en Cristo no significa pensar igual, vestir igual o actuar igual. Las diferencias no son un obstáculo, sino un diseño intencional de Dios. Como en el cuerpo, donde cada miembro tiene una función específica (1 Corintios 12:12-27), nuestras particularidades se complementan para cumplir el propósito divino.
Otro error común es creer que la unidad implica ausencia de conflictos. Pero los desacuerdos son inevitables. Lo que distingue a una comunidad madura no es que no tenga diferencias, sino cómo las enfrenta: con humildad, respeto y disposición a reconciliarse.
También es un mito pensar que invertir tiempo en la unidad es una pérdida de productividad. En realidad, es una inversión en la bendición. El Salmo 133 nos recuerda que donde hay armonía, allí envía el Señor su bendición y vida eterna. La unidad es, por lo tanto, una fuente de poder y de gracia.
La iglesia del Señor no fue diseñada para funcionar con individuos aislados. Ser uno no solo es más eficaz, es más santo. Porque en la unidad reflejamos la naturaleza de nuestro Dios trino.
Aplicación práctica: Dedica un tiempo en oración para pedirle al Señor que te muestre si hay alguien con quien debas reconciliarte o fortalecer la comunión. Luego, da un paso concreto: envía un mensaje, haz una llamada o busca un encuentro personal. Pide al Espíritu Santo que te llene de humildad y mansedumbre para restaurar lo que se quebró. La unidad comienza con un corazón dispuesto.
Escritura
Acerca de este Plan

"Uno" es una invitación a abrazar la unidad en la diversidad del cuerpo de Cristo. A través de seis días verás temas como la unidad, la edificación conjunta, la calidad espiritual, la fortaleza de la comunidad, el rol de cada miembro y el llamado a ser faro de esperanza. Este devocional es un llamado a vivir en armonía, construir juntos, y reflejar el amor de Dios como una sola familia de fe. Una guía para transformar la división en comunión, y la individualidad en propósito colectivo.
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