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Día 3 – Calidad
Jesús no sólo oró para que su iglesia estuviera unida, sino para que esa unidad alcanzara profundidad y excelencia: Yo en ellos y tú en mí. Permite que alcancen la perfección en la unidad, y así el mundo reconozca que tú me has enviado (Juan 17:23). El deseo de Cristo no era una uniformidad superficial, sino una comunión que refleje su carácter, su verdad y su amor. La unidad auténtica tiene calidad espiritual, no se mide por la ausencia de conflictos, sino por la madurez con que se los enfrenta y la verdad que la sostiene.
La palabra “perfectos” no alude a algo sin errores, sino a un proceso que avanza hacia la plenitud. La unidad no es un logro acabado, sino un camino que se cultiva día tras día. Alcanzar una comunión de calidad requiere atención, discernimiento y humildad.
Sin embargo, existen factores que pueden debilitar la salud espiritual de una comunidad. Uno de ellos son los mensajes que desvían. Desde los tiempos apostólicos, las falsas enseñanzas han amenazado la unidad del cuerpo. Pablo advertía: Cuídense de los que causan divisiones y dificultades, y van en contra de la enseñanza que ustedes han recibido (Romanos 16:17). Cuando la iglesia deja de centrarse en Cristo y su verdad, y se enfoca en discursos centrados en el bienestar personal o en ideologías humanas, la comunión se fragmenta. Solo la Palabra de Dios preserva la unidad genuina, porque mantiene el corazón del Evangelio en el centro: Cristo crucificado y resucitado.
Otro obstáculo son las diferencias que excluyen. La diversidad en la iglesia es un don, pero cuando se convierte en fuente de discriminación o favoritismo, se transforma en división. Santiago lo expresa con claridad: No deben tener favoritismos (Santiago 2:1).
El amor de Dios no hace acepción de personas. En el Reino no hay jerarquías de valor: Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer; todos ustedes son uno en Cristo Jesús (Gálatas 3:28). Cuando el respeto, la inclusión y la justicia relacional gobiernan nuestras interacciones, la iglesia se fortalece y refleja la hermosura del Evangelio.
Una tercera barrera es la murmuración que divide. Las palabras pueden sanar o herir. Los comentarios sin amor, las críticas ocultas o los rumores desatan desconfianza y dañan la comunión. Santiago advierte: “La lengua es un fuego… contamina todo el cuerpo” (Santiago 3:6). La murmuración no solo afecta la reputación de otro, sino que erosiona el tejido de la comunidad. Por el contrario, hablar bien unos de otros, bendecir y construir con nuestras palabras es un signo de madurez espiritual. Una comunidad saludable se cuida mutuamente, defiende al hermano y prefiere la reconciliación antes que la división.
Cuidar la calidad de la unidad requiere compromiso, vigilancia y amor constante. Cada palabra, cada decisión y cada actitud puede fortalecer o debilitar la comunión. La verdadera unidad no es frágil, pero sí necesita ser cuidada, regada con gracia y alimentada por la verdad.
Aplicación práctica: Pide al Espíritu Santo que examine tus palabras y tus pensamientos hacia los demás. Si Él te muestra actitudes de crítica o distanciamiento, preséntalas en oración. Propón en tu corazón hablar vida y verdad. Esta semana, decide ser un guardián de la comunión: reemplaza la murmuración por intercesión, y las quejas por palabras de bendición.
Acerca de este Plan

"Uno" es una invitación a abrazar la unidad en la diversidad del cuerpo de Cristo. A través de seis días verás temas como la unidad, la edificación conjunta, la calidad espiritual, la fortaleza de la comunidad, el rol de cada miembro y el llamado a ser faro de esperanza. Este devocional es un llamado a vivir en armonía, construir juntos, y reflejar el amor de Dios como una sola familia de fe. Una guía para transformar la división en comunión, y la individualidad en propósito colectivo.
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Nos gustaría agradecer a RightNow Media por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: www.rightnowmedia.org/es
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