1 Reyes 2
2
Últimas instrucciones de David
2:10-12 – 1Cr 29:26-28
1David ya estaba próximo a morir, así que dio estas instrucciones a su hijo Salomón:
2«Yo estoy a punto de ir por el camino que todo mortal transita. ¡Cobra ánimo y pórtate como hombre! 3Cumple las órdenes del Señor tu Dios; sigue sus caminos y cumple sus estatutos, mandamientos, ordenanzas y mandatos, los cuales están escritos en la Ley de Moisés. Así prosperarás en todo lo que hagas y por dondequiera que vayas, 4y el Señor cumplirá esta promesa que me hizo: “Si tus descendientes cuidan su conducta y me son fieles con toda el alma y de todo corazón, nunca faltará un sucesor tuyo en el trono de Israel”.
5»Ahora bien, tú mismo sabes lo que me hizo Joab hijo de Sarvia: derramó sangre en tiempo de paz como si estuviera en guerra. Mató a Abner, hijo de Ner, y a Amasá, hijo de Jéter, los dos comandantes de los ejércitos israelitas, manchándose así su cinturón y sus sandalias. 6Por tanto, usa la cabeza y no lo dejes llegar a viejo y morir en paz.#2:6 no … en paz. Lit. no dejes que sus canas bajen en paz al Seol.
7»En cambio, sé bondadoso con los hijos de Barzilay de Galaad y permíteles comer en tu mesa, pues ellos me ampararon cuando huía de tu hermano Absalón.
8»También encárgate de Simí, hijo de Guerá, ese benjamita de Bajurín que me lanzó terribles maldiciones cuando me dirigía a Majanayin. Es cierto que, cuando fue al Jordán a recibirme, le juré por el Señor que no lo condenaría a muerte. 9Sin embargo, no tienes ya por qué perdonarle la vida. Tú eres inteligente y sabrás qué hacer con él; aunque ya está viejo, hazlo sufrir una muerte sangrienta».#2:9 aunque … sangrienta. Lit. haz que sus canas bajen con sangre al Seol.
10David murió y fue sepultado en la ciudad que lleva su nombre. 11Había reinado siete años en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén, así que en total reinó en Israel cuarenta años. 12Lo sucedió en el trono su hijo Salomón y así se consolidó firmemente su reino.
Salomón consolida el reino
13Adonías, hijo de Jaguit, fue a ver a Betsabé, madre de Salomón, y Betsabé le preguntó:
—¿Vienes en son de paz?
—Sí —respondió él—; 14tengo algo que comunicarle.
—Habla —contestó ella.
15—Como usted sabe —dijo Adonías—, el reino me pertenecía y todos los israelitas esperaban que yo llegara a ser rey. Pero ahora el reino ha pasado a mi hermano, que lo ha recibido por voluntad del Señor. 16Pues bien, tengo una petición que hacerle; por favor, no me la niegue.
—Continúa —dijo ella.
17—Por favor, pídale usted al rey Salomón que me dé como esposa a Abisag la sunamita; a usted no se lo negará.
18—Muy bien —contestó Betsabé—, hablaré al rey en tu favor.
19Betsabé fue a ver al rey Salomón para interceder en favor de Adonías. El rey se puso de pie para recibirla y se inclinó ante ella; luego se sentó en su trono y mandó que pusieran otro trono para su madre y ella se sentó a la derecha del rey.
20—Quiero pedirte un pequeño favor —dijo ella—. Te ruego que no me lo niegues.
—Dime de qué se trata, madre mía. A ti no puedo negarte nada.
21Ella continuó:
—Concédele a tu hermano Adonías casarse con Abisag la sunamita.
22—Pero ¿cómo puedes pedirme semejante cosa? —respondió el rey a su madre—. Es mi hermano mayor, y cuenta con el apoyo del sacerdote Abiatar y de Joab, hijo de Sarvia. ¡Realmente me estás pidiendo que le ceda el trono!
23Dicho esto, el rey Salomón juró por el Señor: «¡Que Dios me castigue sin piedad si no hago que Adonías pague con su vida por esa petición! 24El Señor me ha establecido firmemente en el trono de mi padre y conforme a su promesa me ha dado una dinastía. Por tanto, tan cierto como que él vive, ¡hoy mismo Adonías morirá!».
25Enseguida el rey Salomón dio a Benaías, hijo de Joyadá, la orden de matar a Adonías.
26Al sacerdote Abiatar, el rey mismo ordenó: «Regresa a tus tierras en Anatot. Mereces la muerte, pero por el momento no voy a quitarte la vida, pues compartiste con David mi padre todas sus penurias y en su presencia llevaste el arca del Señor y Dios». 27Fue así como, al destituir Salomón a Abiatar del sacerdocio del Señor, se cumplió la palabra que el Señor había pronunciado en Siló contra la familia de Elí.
28Joab había conspirado con Adonías, aunque no con Absalón, así que al oír que Adonías había muerto, fue a refugiarse en la Tienda del Señor, agarrándose de los cuernos del altar. 29Cuando dijeron a Salomón que Joab había huido a la Tienda del Señor y que estaba junto al altar, el rey ordenó a Benaías, hijo de Joyadá, que fuera a matarlo. 30Benaías fue a la Tienda del Señor y dijo a Joab:
—El rey te ordena que salgas.
—¡No! —respondió Joab—. ¡De aquí solo me sacarán muerto!
Benaías fue y contó al rey lo que había dicho Joab.
31—¡Pues dale gusto! —ordenó el rey—. ¡Mátalo y entiérralo! De ese modo me absolverás a mí y a mi familia de la sangre inocente que derramó Joab. 32El Señor hará recaer sobre su cabeza la sangre que derramó, porque a espaldas de mi padre atacó Joab a Abner, hijo de Ner, que era comandante del ejército de Israel, y a Amasá, hijo de Jéter, que era comandante del ejército de Judá. Así mató a filo de espada a dos hombres que eran mejores y más justos que él. 33¡Que la culpa de esas muertes recaiga para siempre sobre la cabeza de Joab y de sus descendientes! ¡Pero que la paz del Señor permanezca para siempre con David y sus descendientes, con su linaje y su trono!
34Benaías, hijo de Joyadá, fue y mató a Joab e hizo que lo sepultaran en su hacienda de la estepa. 35Entonces el rey puso a Benaías, hijo de Joyadá, sobre el ejército en lugar de Joab y al sacerdote Sadoc lo puso en lugar de Abiatar. 36Luego mandó llamar a Simí y le dijo:
—Constrúyete una casa en Jerusalén y quédate allí. No salgas a ninguna parte, 37porque el día que salgas y cruces el arroyo de Cedrón podrás darte por muerto. Y la culpa será tuya.
38—De acuerdo —respondió Simí al rey—. Yo estoy para servir a mi señor el rey y acataré sus órdenes.
Simí permaneció en Jerusalén por un buen tiempo, 39pero tres años más tarde dos de sus esclavos escaparon a Gat, donde reinaba Aquis, hijo de Macá. Cuando avisaron a Simí que sus esclavos estaban en Gat, 40aparejó su asno y se fue allá a buscarlos y traerlos de vuelta.
41Al oír Salomón que Simí había ido de Jerusalén a Gat y había regresado, 42lo mandó llamar y dijo:
—Yo te hice jurar por el Señor y te advertí: “El día que salgas a cualquier lugar, podrás darte por muerto”. Y tú dijiste que estabas de acuerdo y que obedecerías. 43¿Por qué, pues, no cumpliste con tu juramento al Señor ni obedeciste la orden que te di?
44El rey también dijo a Simí:
—Tú bien sabes cuánto daño le hiciste a mi padre David; ahora el Señor se vengará de ti por tu maldad. 45En cambio, yo seré bendecido y el trono de David permanecerá firme para siempre en presencia del Señor.
46Acto seguido, el rey dio la orden a Benaías, hijo de Joyadá, y este fue y mató a Simí.
Así se consolidó el reino en manos de Salomón.
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1 Reyes 2: NVI
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Santa Biblia, Nueva Versión Internacional® NVI®
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1 Reyes 2
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Últimas órdenes de David#2.1-9 Estas últimas recomendaciones de David a su hijo Salomón pueden dividirse en dos partes: en la primera (vv. 2-4) lo exhorta a cumplir la ley del Señor; en la segunda (vv. 5-9) le da instrucciones acerca del modo cómo deberá comportarse con los amigos y enemigos de David.
1La muerte de David se acercaba por momentos, así que David ordenó a su hijo Salomón: 2«Voy a emprender el último viaje, como todo el mundo. Ten valor y pórtate como un hombre.#2.2 Ten valor y pórtate como un hombre: Dt 31.23; Jos 1.6,9,18. Esta expresión y las que aparecen en los vv. 3-4 son características del estilo deuteronomista (véase Introducción). 3Cumple las ordenanzas del Señor tu Dios, haciendo su voluntad y cumpliendo sus leyes, mandamientos, decretos y mandatos, según están escritos en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y dondequiera que vayas.#Jos 1.7. 4También para que el Señor confirme la promesa que me hizo,#2.4 Dt 7.8,12; 9.5. de que si mis hijos cuidaban su conducta y se conducían con verdad delante de él, con todo su corazón y toda su alma,#2.4 Con todo su corazón y toda su alma: Véase Dt 6.5 nota. nunca faltaría en mi familia quien ocupara el trono de Israel.#2.4 Cf. 2 S 7.11-16.
5»Ahora bien, tú ya sabes lo que me hizo Joab, el hijo de Seruiá, es decir, lo que hizo con dos generales del ejército israelita: con Abner,#2.5 Cf. 2 S 3.27. el hijo de Ner, y con Amasá,#2.5 Cf. 2 S 20.10. el hijo de Jéter, a quienes mató en tiempo de paz para vengar la sangre derramada en guerra, haciéndome responsable de ese asesinato.#2.5 Haciéndome responsable de ese asesinato: según la versión griega (LXX), que dice Lit. poniendo sangre de guerra en mi cinturón y en mis sandalias. De acuerdo con esta traducción, David afirma que también recaía sobre él la responsabilidad de los delitos cometidos por sus súbditos. Este matiz no aparece en el texto hebreo. 6Por lo tanto, actúa con inteligencia y no lo dejes tener una muerte tranquila. 7En cuanto a los hijos de Barzilai, el de Galaad,#2.7 Cf. 2 S 17.27-29. trátalos con bondad y hazlos participar de tu mesa, pues ellos me protegieron cuando yo huía de tu hermano Absalón. 8Por otra parte, fíjate que está contigo Simí, hijo de Guerá, el benjaminita de Bahurim. Él fue quien me lanzó una maldición terrible el día que yo iba hacia Mahanaim.#2.8 Cf. 2 S 16.5-13. Después, sin embargo, salió a recibirme al río Jordán, y yo tuve que jurarle por el Señor que no lo mataría.#2.8 2 S 19.16-23(17-24). 9No lo perdones. Eres inteligente, y sabrás qué hacer con él. Pero procura que su muerte sea violenta.»
Muerte de David
(1~Cr 29.26-30)
10David murió y fue enterrado con sus antepasados en la Ciudad de David.#2.10 La ciudad de David era la sección más antigua de Jerusalén, que había sido arrebatada a los jebuseos (2 S 5.6-9). 11Fue rey de Israel durante cuarenta años, de los cuales reinó siete en Hebrón y treinta y tres en Jerusalén.#2.11 Cf. 2 S 5.4-5; 1 Cr 3.4. 12Luego reinó Salomón en lugar de David, su padre,#1~Cr 29.23. y su reinado fue muy estable.
Fin de Adonías y de sus partidarios
13Adonías, el hijo de Haguit, fue a ver a Betsabé, la madre de Salomón. Ella le preguntó:
—¿Vienes en son de paz?
—Sí —respondió él. 14Y añadió—: Tengo algo que decirte.
—Dime —contestó ella.
15—Tú sabes —dijo Adonías— que el reino me pertenecía,#2.15 El reino me pertenecía: Véase 1 R 1.5 nota. y que todo Israel estaba esperando que yo fuera rey. Pero el derecho a reinar se le concedió a mi hermano, porque ya el Señor había dispuesto que fuera para él. 16Ahora solo quiero pedirte un favor. No me lo niegues.
—Habla —respondió ella.
17Él dijo:
—Te ruego que le pidas al rey Salomón que me dé por esposa a Abisag la sunamita. Él no te lo negará.
18—De acuerdo, yo hablaré al rey por ti —respondió Betsabé.
19Así pues, Betsabé fue a hablar con el rey Salomón en favor de Adonías. El rey se levantó a recibir a su madre y se inclinó ante ella. Luego volvió a sentarse en su trono y ordenó que trajeran un sillón para su madre; entonces ella se sentó a su derecha, 20y le dijo:
—Quiero pedirte un pequeño favor. Te ruego que no me lo niegues.
—Pídeme lo que quieras, madre mía —contestó el rey—, que no te lo negaré.
21—Permite que Abisag la sunamita sea dada por esposa a tu hermano Adonías —dijo ella.
22—¿Por qué pides a Abisag la sunamita para Adonías? —respondió el rey a su madre—. ¡Solo falta que me pidas que le entregue el reino, porque es mi hermano mayor y porque tiene a su favor al sacerdote Abiatar y a Joab, el hijo de Seruiá!
23Dicho esto, el rey Salomón juró por el Señor: «¡Que Dios me castigue con toda dureza, si esto que ha dicho Adonías no le cuesta la vida. 24Juro por el Señor, que me ha colocado y confirmado en el trono de David mi padre y que me ha establecido una dinastía, que Adonías morirá hoy mismo!»
25En seguida dio órdenes a Benaías, hijo de Joiadá, de matar a Adonías, y este fue y lo mató.#2.16-25 Las mujeres del rey fallecido pasaban a ser propiedad del heredero real (cf. 2 S 16.21-22). Por eso, la petición de Adonías podía ser considerada como una forma de afirmar su derecho a ocupar el trono de David (cf. v. 22). La decisión de hacer morir a Adonías muestra que Salomón temía perder el trono. 26En cuanto al sacerdote Abiatar, el rey le ordenó: «¡Lárgate a Anatot,#2.26 Anatot: ciudad levítica situada al norte de Jerusalén. Cf. Jos 21.18; 1 Cr 6.60(45); Jer 1.1. a tus tierras! Mereces la muerte, pero no te mataré porque has transportado el arca del Señor delante de David, mi padre,#2~S 15.24. y has sufrido las mismas penalidades que él.»#1~S 22.20-23. 27De este modo Salomón quitó a Abiatar del sacerdocio del Señor, y así se cumplió lo que el Señor había dicho en Siló en cuanto a la familia de Elí.#1~S 2.27-36.
28Joab se había puesto de parte de Adonías, pero no de parte de Absalón; así que cuando le llegó esta noticia a Joab, huyó al santuario del Señor y se refugió en el altar.#2.28 Sobre esta práctica, véase 1 R 1.50 n. 29Pero informaron al rey Salomón de que Joab había huido al santuario del Señor, y de que se había refugiado en el altar. Entonces mandó Salomón a Benaías, hijo de Joiadá, que fuera a matarlo, 30y Benaías fue al santuario y le dijo a Joab:
—El rey ordena que salgas.
Pero Joab contestó:
—¡No! ¡Aquí moriré!
Benaías fue al rey con la respuesta, y le contó lo que Joab le había respondido. 31Entonces el rey contestó:
—Démosle gusto. Mátalo y entiérralo, y borra de la casa de mi padre, y de mí también, la culpa de los asesinatos cometidos por Joab. 32El Señor hará recaer sobre él la culpa de su propia muerte, porque, sin saberlo mi padre, Joab acuchilló a dos hombres más honrados y mejores que él: a Abner, hijo de Ner, jefe del ejército israelita, y a Amasá, hijo de Jéter, jefe del ejército de Judá. 33La culpa de su muerte recaerá sobre Joab y sobre su descendencia para siempre.#2.33 La culpa de su muerte... para siempre: Lit. su sangre (la de Abner y la de Amasá) recaerá sobre la cabeza de Joab y sobre la cabeza de su descendencia para siempre. Cf. 2 S 3.29; Sal 7.16(17); Mt 27.25. Por el contrario, la paz del Señor estará siempre con David y su descendencia, y con su dinastía y su trono.#2.31-33 Estas explicaciones tratan de justificar la sentencia de muerte pronunciada contra Joab. Según la ley (Ex 21.14), el homicida voluntario no tenía derecho a buscar asilo en el lugar sagrado (cf. 1 R 2.28), y Joab, a sangre fría y cuando aparentemente estaba en paz con sus adversarios (cf. 1 R 2.5), había cometido un doble asesinato: el de Abner (2 S 3.26-30) y el de Amasá (2 S 20.9-10). Sin embargo, en 1 R 2.22 se da la verdadera razón que determinó esa sentencia: Joab había apoyado a Adonías (cf. 1 R 1.7).
34Entonces Benaías fue y mató a Joab. Y Joab fue enterrado en su casa, en el desierto. 35Luego el rey puso a Benaías al mando del ejército en lugar de Joab, y al sacerdote Sadoc en lugar de Abiatar. 36Después mandó llamar a Simí, y le ordenó:
—Constrúyete una casa en Jerusalén, para que vivas allí. Pero no salgas de allí a ninguna parte, 37porque el día que salgas y cruces el arroyo Cedrón, ten la seguridad de que morirás, y tú tendrás la culpa.
38Simí respondió al rey:
—Está bien. Haré lo que ha ordenado Su Majestad.
Simí vivió mucho tiempo en Jerusalén. 39Pero al cabo de tres años, dos esclavos suyos se escaparon y se fueron a vivir con Aquís, hijo de Maacá, que era rey de Gat. Cuando le avisaron a Simí que sus dos esclavos estaban en Gat, 40se levantó y aparejó su asno y se fue a Gat, donde estaba Aquís, en busca de sus esclavos. Cuando ya Simí regresaba de Gat con sus esclavos, 41supo Salomón que Simí había salido de Jerusalén a Gat, y que ya venía de regreso. 42Entonces mandó el rey llamar a Simí, y le dijo:
—¿No te hice jurar por el Señor, y te advertí, que el día que salieras a alguna parte, con toda seguridad morirías? ¿Acaso no me respondiste que estaba bien, y que me ibas a obedecer? 43¿Por qué no cumpliste tu juramento al Señor, ni obedeciste lo que te mandé? 44Tú sabes perfectamente el daño que hiciste a David, mi padre. Por eso el Señor ha hecho que el mal que hiciste se vuelva contra ti. 45Pero el rey Salomón será bendecido, y el trono de David quedará establecido para siempre delante del Señor.
46Después el rey dio órdenes a Benaías, hijo de Joiadá, y este salió y mató a Simí. Así se afirmó el reino en manos de Salomón.
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Texto © Sociedades Bíblicas Unidas, 1994.