Aceptémonos Unos A OtrosHalimbawa

Odio fraternal Quisiéramos pensar que nuestras familias son baluartes de resistencia contra la hostilidad de un mundo cruel y sin corazón. Ojalá fuera así. La triste realidad de nuestra existencia es que las familias pueden albergar tantos o más conflictos. Algunos de los peores daños que se causan a los cuerpos y las almas de las personas son infligidos por sus propios familiares. “José fue tras sus hermanos y los halló en Dotán. Cuando ellos lo vieron de lejos, antes que llegara cerca de ellos conspiraron contra él para matarlo” (Génesis 37:17,18). La familia de Jacob estaba llena de favoritismo, resentimientos latentes y odio. Sólo por la intervención de Dios que protegió a José, el mimado undécimo hijo, no fue asesinado por sus hermanos. Sí, así era esa familia, los conservadores de la fe y de los antepasados del Mesías. Los miembros de la familia tienen una oportunidad única para hacerse daño unos a otros, pero pueden optar por ver el hogar como el lugar para comenzar a manifestar un amor como el de Cristo y un espíritu de servicio como el de Cristo. ¿Cómo podemos amar a nuestro prójimo si no hemos aprendido primero a amar a nuestros hermanos y hermanas? ¿Hay resentimientos de larga data, rencores, crueldades, fallas o malentendidos que están estropeando sus relaciones familiares? Dios le dedicó mucho tiempo a José y le ayudó a crecer; José, a su vez, ayudó a sus hermanos a madurar y a arrepentirse de su terrible odio. ¿Cómo puede ser usted un instrumento de Dios para la curación de su familia?