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Lucas 8:26 (NVI)
Navegaron hasta la región de los gerasenos, que está al otro lado del lago, frente a Galilea.
Lucas 8:27 (NVI)
Al desembarcar Jesús, un endemoniado que venía del pueblo salió a su encuentro. Hacía mucho tiempo que este hombre no se vestía; tampoco vivía en una casa, sino en los sepulcros.
Lucas 8:28 (NVI)
Cuando vio a Jesús, dio un grito y se arrojó a sus pies. Entonces exclamó con fuerza: —¿Por qué te entrometes, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? ¡Te ruego que no me atormentes!
Lucas 8:29 (NVI)
Es que Jesús había ordenado al espíritu maligno que saliera del hombre. Se había apoderado de él muchas veces y, aunque le sujetaban los pies y las manos con cadenas y lo mantenían bajo custodia, rompía las cadenas y el demonio lo arrastraba a lugares solitarios.
Lucas 8:30 (NVI)
—¿Cómo te llamas? —le preguntó Jesús. —Legión —respondió, ya que habían entrado en él muchos demonios.
Lucas 8:31 (NVI)
Y estos suplicaban a Jesús que no los mandara al abismo.
Lucas 8:32 (NVI)
En una colina estaba alimentándose una manada de muchos cerdos. Entonces los demonios rogaron a Jesús que los dejara entrar en ellos. Así que él les dio permiso.
Lucas 8:33 (NVI)
Cuando los demonios salieron del hombre, entraron en los cerdos; entonces la manada se precipitó al lago por el despeñadero y se ahogó.
Lucas 8:34 (NVI)
Al ver lo sucedido, los que cuidaban los cerdos huyeron y avisaron en el pueblo y por los campos,
Lucas 8:35 (NVI)
por lo que la gente salió a ver lo que había pasado. Llegaron adonde estaba Jesús y encontraron, sentado a sus pies, al hombre de quien habían salido los demonios. Cuando lo vieron vestido y en su sano juicio, tuvieron miedo.
Lucas 8:36 (NVI)
Los que habían presenciado estas cosas contaron a la gente cómo el endemoniado había sido sanado.
Lucas 8:37 (NVI)
Entonces toda la gente de la región de los gerasenos pidió a Jesús que se fuera de allí, porque les había entrado mucho miedo. Así que él subió a la barca para irse.
Lucas 8:38 (NVI)
Ahora bien, el hombre de quien habían salido los demonios rogaba que le permitiera acompañarlo, pero Jesús lo despidió y dijo:
Lucas 8:39 (NVI)
—Vuelve a tu casa y cuenta todo lo que Dios ha hecho por ti. Así que el hombre se fue y proclamó por todo el pueblo lo mucho que Jesús había hecho por él.
Lucas 8:40 (NVI)
Cuando Jesús regresó, la multitud se alegró de verlo, pues todos estaban esperándolo.
Lucas 8:41 (NVI)
En esto llegó un hombre llamado Jairo, que era jefe de la sinagoga. Se arrojó a los pies de Jesús y le suplicó que fuera a su casa
Lucas 8:42 (NVI)
porque su única hija, de unos doce años, estaba muriendo. Jesús se puso en camino y las multitudes se agolpaban sobre él.
Lucas 8:43 (NVI)
Había entre la gente una mujer que hacía doce años padecía de hemorragias, sin que nadie pudiera sanarla. Había gastado todo lo que tenía en médicos.
Lucas 8:44 (NVI)
Ella se le acercó por detrás, tocó el borde de su manto y al instante cesó su hemorragia.
Lucas 8:45 (NVI)
—¿Quién me ha tocado? —preguntó Jesús. Como todos negaban haberlo tocado, Pedro le dijo: —Maestro, son multitudes las que te aprietan y te oprimen.
Lucas 8:46 (NVI)
—No, alguien me ha tocado —respondió Jesús—; yo sé que de mí ha salido poder.
Lucas 8:47 (NVI)
La mujer, al ver que no podía pasar inadvertida, se acercó temblando y se arrojó a sus pies. En presencia de toda la gente, contó por qué lo había tocado y cómo había sido sanada al instante.
Lucas 8:48 (NVI)
—¡Hija, tu fe te ha sanado! —dijo Jesús—. Vete en paz.
Lucas 8:49 (NVI)
Todavía estaba hablando Jesús cuando alguien llegó de la casa de Jairo, jefe de la sinagoga, para decirle: —Tu hija ha muerto. No molestes más al Maestro.
Lucas 8:50 (NVI)
Al oír esto, Jesús dijo a Jairo: —No tengas miedo; nada más cree y ella será sanada.