Día 14 – La belleza de lo simple

El discipulado no es un destino, sino un camino. No se trata de llegar, sino de seguir. Y en ese seguir, descubrimos algo que el mundo ha olvidado: la belleza de lo simple.

Jesús vivió una vida extraordinariamente sencilla. No tuvo riquezas, ni posición, ni agenda llena. Pero en su vida, cada momento estaba lleno de propósito. En sus pasos había calma, en sus palabras verdad, y en su mirada, amor. Él nos mostró que lo eterno no se encuentra en lo grandioso, sino en lo cotidiano.

A veces creemos que para honrar a Dios debemos hacer cosas grandes, visibles o notables. Pero el Reino avanza en silencio, como una semilla que crece sin ruido. La belleza del discipulado está en lo ordinario hecho con amor, en lo pequeño hecho con fidelidad.

Jesús dijo: “El que es fiel en lo muy poco, también en lo mucho es fiel” (Lucas 16:10, NVI).

Dios ve lo que nadie ve. Él celebra la obediencia silenciosa, la constancia en medio de la rutina, la devoción que no busca reconocimiento.

El discipulado simple es hermoso porque nos devuelve a lo esencial: a amar, a servir, a estar con Jesús. Es aprender a disfrutar su presencia sin prisa, a escuchar su voz sin ruido, a seguir sus pasos sin comparación. Es una vida donde lo espiritual y lo cotidiano se entrelazan hasta ser uno.

El salmista lo expresó así: “Solo una cosa le pido al Señor, y es lo único que persigo: habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor y recrearme en su templo” (Salmo 27:4, NVI).

Esa es la meta final del discipulado: no hacer más, sino ser más conscientes de su presencia. Permanecer con Él, disfrutarlo, amarlo.

Filipenses 1:6 nos da esperanza en este camino: “Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús” (NVI).

El discipulado no depende de nuestra fuerza, sino de su fidelidad. El mismo Jesús que nos llamó a seguirlo, camina con nosotros hasta el final.

El discipulado simple no busca reconocimiento, sino comunión. No busca resultados rápidos, sino raíces profundas. Y cuando vivimos desde esa verdad, experimentamos una paz que el mundo no puede ofrecer.

Apocalipsis 21:5 nos recuerda que todo culminará en renovación: “El que estaba sentado en el trono dijo: ‘Yo hago nuevas todas las cosas’” (NVI).

Seguir a Jesús es una historia de transformación continua: Él hace nuevas nuestras rutinas, nuestras relaciones, nuestros corazones.Al final, la belleza de lo simple está en descubrir que Jesús es suficiente.No necesitamos adornar la fe con complicaciones humanas.

Solo necesitamos volver, una y otra vez, al lugar donde todo comenzó: su mirada, su voz, su amor.Cuando el ruido del mundo se apague y solo quede su presencia, entenderemos que lo simple siempre fue lo más profundo.

El discipulado simple es vivir cada día con la convicción de que estar con Jesús… es lo mejor que nos puede pasar.

Llamado a la acción

• Detente hoy: apaga tus dispositivos por un rato y contempla la presencia de Dios.
• Ora: “Jesús, enséñame a encontrar belleza en lo simple y a caminar contigo sin prisa.”
• Agradece: repasa tu recorrido en estos 14 días y da gracias por lo que el Espíritu formó en ti.
• Decide: haz de la sencillez un estilo de vida, no una temporada espiritual.

Cierre del plan

Si te gustaron estos 14 días de devocional, puedes tener toda la información de dónde provienen con mayor profundidad en el nuevo libro Discipulado Simple: Seguir a Jesús en la era digital y de la prisa de Felipe Echeverri.

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