Detrás del telón: servir con gracia en lo invisibleMuestra

Reflejar a Jesús mientras otros brillan

La luz que no compite

En el escenario, las luces están pensadas para resaltar a quien interpreta. Brillan sobre el solista, sobre el director, sobre quien lleva la melodía. Pero detrás del telón hay otras luces: pequeñas, silenciosas, que permiten que el resto funcione sin interrupciones. Son luces que no buscan protagonismo, pero sin ellas el concierto no podría existir.

Así es el corazón de quien sirve a Jesús. Su propósito no es brillar más que otros, sino reflejar la luz de Aquel que lo envió. Juan el Bautista lo entendió cuando dijo: «Es necesario que Él crezca y que yo disminuya». No era una frase de resignación, sino de plenitud. Quien ha visto la gloria de Cristo no necesita buscar la propia.

Reflejar a Jesús mientras otros brillan es una de las formas más puras de amor. Es mirar a tu alrededor y alegrarte por lo que Dios hace en los demás, sin sentirte menos visto. Es creer que el éxito del otro también glorifica a Dios.

La humildad que transforma

El apóstol Pablo nos enseña que la humildad consiste en considerar a los demás como superiores a uno mismo. Eso no significa pensar menos de ti, sino pensar más en los demás. Significa tener la seguridad suficiente en el amor de Dios como para celebrar los dones ajenos sin sentirte opacado.

En un concierto, el violinista no compite con el pianista; ambos hacen su parte para que la música sea completa. Detrás del telón, los servidores viven lo mismo. Cuando uno se alegra por el logro del otro, cuando se ofrece ayuda sin esperar crédito, cuando se ora en silencio para que todo salga bien, entonces Jesús se refleja.

Hay un tipo de brillo que deslumbra y otro que ilumina. El primero busca atención; el segundo guía el camino. Jesús brilló de la segunda forma. Su luz no apaga a nadie, más bien hace que los demás encuentren su lugar. Servir con ese espíritu nos permite descansar: no necesitamos ser vistos, solo ser fieles.

Practica:

Piensa en alguien de tu equipo que esté siendo reconocido o admirado. Ora por esa persona. Agradece a Dios por su talento y pídele que lo bendiga aún más. Luego pregúntate:

«¿Cómo puedo apoyar el brillo de otros sin apagar el mío?».

Quizá sea cediendo tu turno, alentando con una palabra o colaborando en silencio. Cada vez que eliges celebrar a otro, tu corazón se parece más al de Jesús.

Reflexiona:

¿De qué manera puedes reflejar a Jesús esta semana, dejando que otros brillen y encontrando gozo en su luz?

Ora:

Papá, enséñame a alegrarme por los logros de los demás. Que mi servicio no busque aplausos, sino reflejar tu carácter. Líbrame de la comparación y del deseo de protagonismo. Hazme un reflejo fiel de tu humildad y de tu amor. Que mientras otros brillen, mi corazón adore sabiendo que toda luz verdadera proviene de ti. Amén.