El bautismo en el Espíritu: Promesa para todos

En el Antiguo Testamento, el Espíritu Santo se daba solo a unos pocos: profetas, reyes, jueces… personas escogidas por Dios para tareas especiales. El Espíritu descendía sobre ellos por un momento, para llevarlos a hablar, actuar o guiar según la voluntad de Dios. Pero con la venida de Jesús, todo cambia. En el Nuevo Pacto, Dios quiere llenar a cada creyente con Su Espíritu, no solo a algunos.

Esto no es una novedad de último momento: el profeta Joel ya lo había anunciado muchos siglos antes: “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días.” (Joel 2:28-29 RV).

¡Qué promesa maravillosa! Dios no hace distinciones: hombres, mujeres, jóvenes, ancianos, pobres, ricos, todos pueden recibir el bautismo en el Espíritu Santo. Nadie queda excluido. Y de hecho, en el día de Pentecostés, esta profecía se cumple.

El mismo Pedro, delante de la multitud, lo dice claramente: “Mas esto es lo dicho por el profeta Joel…” (Hechos 2:16 RV).

El bautismo en el Espíritu no está reservado a los “súper creyentes”. No es algo para unos pocos privilegiados. Es una promesa para cualquiera que cree en Jesús y abre su corazón con fe. Dios quiere que Su pueblo sea un pueblo de profetas, es decir, de personas que escuchan Su voz y la transmiten a los demás con la vida, con las palabras, con el gozo.

Hoy más que nunca, el mundo necesita personas llenas del Espíritu, libres, valientes, verdaderas. Y Dios está listo para bautizarte también a ti con Su Espíritu. No esperes: abre tu corazón, recibe Su poder… y prepárate para vivir una vida que hable de Él.