Una Nueva Humanidad: La Misión en EfesiosMuestra

Día 4: Efesios 4:1–32 (NTV)
Los tres primeros capítulos de Efesios se enfocan principalmente en la enseñanza y adoración. Los capítulos que siguen tienen un énfasis más marcado en la conducta. Pablo apela a los efesios, basándose en lo que acaba de compartir (capítulos 1–3), a que “anden” de una manera digna del llamado que él ha descrito.
A primera vista, el capítulo 4 no parece tener nada que decir sobre la misión. En cambio, este capítulo—y, en realidad, la mayoría de la segunda mitad de la carta—parece centrarse en las relaciones interpersonales dentro de la iglesia.
Sin embargo, no podemos divorciar la unidad de la iglesia de su misión al mundo. Jesús dijo: “El amor que tengan unos por otros será la prueba ante el mundo de que son mis discípulos” (Juan 13:35, NTV). También oró: “Te pido que todos sean uno, así como tú y yo somos uno, es decir, como tú estás en mí, Padre, y yo estoy en ti. Y que ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:21). El amor y la unidad de los seguidores de Jesús es un testimonio ante el mundo que observa. ¿Cómo es posible esto, y qué significa en términos prácticos? En primer lugar, Pablo dice que nosotros no creamos la unidad, sino que mantenemos la unidad que ya se nos ha dado. Esta viene del Espíritu y resulta en la paz (v. 3). Pablo enumera siete “realidades fundamentales” en las que esta unidad se fundamenta: un Espíritu, un cuerpo, una esperanza, un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos (vs. 4–6). Nuestra meta es la unidad perfecta (v. 13), también expresada como el crecimiento de la infancia (v. 14) hacia el adulto “perfecto” o “maduro” (vs. 13, 16). Esto nos recuerda a la nueva humanidad unida de Efesios 2:15. Segundo, Dios nos capacita para que seamos unidos (v. 12), dando dones a todos los creyentes para el beneficio de la iglesia (vs. 7–11). Estos se ejemplifican en individuos particulares (v. 11), para que todos juntos edifiquemos el cuerpo de Cristo (v. 12). Tercero, esta no es una unidad basada en el “mínimo común denominador”, que sacrifica creencias fundamentales para mantener la unidad (v. 14), sino una unidad centrada en la verdad pero expresada en una actitud de amor (v. 15).
¡Esta unidad no será igual a nuestra conducta anterior (vs. 17–20)! Después de bañarnos, no tiene sentido que volvamos a ponernos la misma ropa sucia. En cambio, tenemos que quitarnos todo lo que se asocia con la vieja naturaleza—nuestras conductas y actitudes (v. 22)—y ponernos nueva ropa blanca y brillante, la nueva persona que es parecida a la pureza de Dios (v. 24). Pablo lo traduce en desafíos concretos para nosotros. ¡No mientan! ¡No se rindan ante el enojo y la amargura! ¡No roben! ¡No hablen mal de los demás! ¡No entristezcan al Espíritu Santo! (vs. 25–31). Todas estas cosas le abren la puerta al diablo (v. 27). En cambio, debemos demostrar cualidades como humildad, gentileza, paciencia, comprensión, palabras sinceras y que animen, trabajo honesto y perdón—todas estas arraigadas en el amor (vs. 2, 25, 28–29, 32). Nuestra unidad, demostrada en la bondad y misericordia que nos extendemos los unos a los otros, proclamará al mundo que somos discípulos de Jesús y será testimonio de una nueva manera de vivir.
Acerca de este Plan

Efesios presenta un maravilloso retrato de unidad cósmica, que comienza con una nueva humanidad multicultural: la iglesia. Jesús reina por encima de todos los poderes que amenazan con dominar nuestras vidas. Él es quien nos une, los unos con los otros y con Dios. En esta serie de seis días, aprenderemos cuál es la meta de la misión de Dios, el papel de la iglesia en su cumplimiento y cómo nosotros participamos en ella.
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Nos gustaría agradecer a One Mission Society por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: onemissionsociety.org