Todo Es en Él: 30 Días Redescubriendo Su Centralidad, Universalidad Y SupremacíaMuestra

Día 13 – Cristo, Señor de todos los pueblos

Las últimas palabras de Jesús antes de ascender al Padre revelan la magnitud de su señorío: “Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra.” No hay poder humano ni espiritual que esté fuera de su autoridad. Y es sobre la base de ese señorío universal que se levanta la misión de la Iglesia: ir y hacer discípulos a todas las naciones.

Cristo no es un líder local ni un caudillo religioso; es el Señor de todos los pueblos. El Salmo 2 ya lo anticipaba: “Pídeme, y te daré por herencia las naciones”. Esa promesa se cumplió en la exaltación del Hijo, a quien el Padre le entregó los confines de la tierra como herencia.

En Hechos 10, Pedro lo declara con claridad: “Jesucristo es Señor de todos” (v. 36). Esta confesión fue revolucionaria en su tiempo, porque rompía las fronteras del exclusivismo judío y abría el evangelio a gentiles de todas las culturas. Hoy sigue siendo igual de radical, porque proclama que ninguna nación, etnia o pueblo está fuera del señorío de Cristo.

La universalidad de su señorío también nos recuerda que la misión no es una opción para la Iglesia, sino una consecuencia de la autoridad de Cristo. No vamos a las naciones en nuestras fuerzas ni por iniciativa propia; vamos porque el Rey resucitado gobierna sobre ellas y nos envía como embajadores de su Reino.

El final de la historia ya está escrito: una multitud incontable de toda lengua, tribu y nación adorando al Cordero en el trono (Ap 7:9–10). Esa visión nos impulsa hoy a salir de la comodidad, a cruzar fronteras y a vivir con un corazón global, sabiendo que Cristo merece la adoración de todos los pueblos.

Oración

Señor Jesús, Señor de todas las naciones, someto mi vida a tu autoridad y me dispongo a obedecer tu envío. Haz que mi corazón lata con tu pasión por los pueblos, y que cada acción de mi vida refleje que tú eres digno de ser adorado en toda la tierra. Amén.

Acción del día

Hoy orá específicamente por una nación distinta a la tuya. Pedí que el señorío de Cristo sea conocido allí, y que la Iglesia en ese lugar tenga valentía para anunciar el evangelio.