¿Qué Nos Pasó En El Edén?- Psicología De La CaídaMuestra

EL PROBLEMA DE ESCOGER LA VOZ EQUIVOCADA

El principio del fin comienza con una voz oscura y una conversación peligrosa que puso en marcha el mecanismo que Santiago describe magistralmente en el primer capítulo de su epístola: de la tentación a la concupiscencia, de esta al pecado, y del pecado a la muerte. Tremendo.

A más de uno y más de dos se les ha ocurrido ver en la presencia de la serpiente una suerte de «trampa» de parte de Dios para tentar al hombre y a la mujer. El texto que acabamos de leer nos deja claro que no puede ser el caso. Es lo que tiene crear criaturas con libre albedrío (y tanto Satanás como el hombre y la mujer lo son): que pueden usar su libertad para el mal si lo que desean se pone por delante de La Voz por excelencia.

Bueno para comer, agradable a la vista, codiciable para alcanzar sabiduría... La mujer dejó que esos elementos arraigaran en su mente y corazón para hacer crecer, alentados por un discurso bien hilado y tremendamente persuasivo, un deseo que, finalmente, se la llevó por delante, dando lugar a muerte.

No nos apresuremos en criticarla demasiado. Todos hacemos lo mismo, y por eso siempre somos culpables al pecar. Ser tentados no implica pecado (el propio Jesús lo fue en todo y no cayó en errar, como dice Hebreos), sino que lo es ceder ante la tentación cuando con ella, y esto es promesa, se nos da también siempre la salida.

Si te has preguntado alguna vez qué hubiera sucedido en el Edén y, por extensión, con nosotros, de no haber sucumbido a aquella conversación y lo que venía con ella, te invito a leer conmigo el Salmo 81:11-16. La voz allí no es sino La Voz que la primera mujer y el primer hombre decidieron desatender, para ir tras otras mucho más oscuras.

Ese fue su verdadero pecado al desobedecer. De haberse sometido a Dios y resistido la voz de Satanás, como expresa Santiago de nuevo, el enemigo hubiera huido. «En un momento hubiera derribado el Señor a nuestros enemigos y vuelto su mano contra nuestros adversarios». «Los que aborrecen al Señor se hubieran sometido y nuestro tiempo sería para siempre». Lástima que no sucediera así.