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Se trata de nuestras reacciones

La madurez espiritual es una joya que a menudo se pasa por alto. Su sello distintivo a menudo radica en nuestras reacciones. Un dicho comúnmente citado dice: «Es imposible ser espiritualmente maduro mientras se mantiene emocionalmente inmaduro». Eso golpea el corazón de una verdad significativa: nuestras reacciones emocionales son un espejo de nuestro crecimiento espiritual. Esto no implica falta de emoción, sino más bien la demostración de gracia, comprensión y control durante las situaciones emocionales.

Piénsalo: ¿Cómo reaccionamos cuando nos encontramos con conflictos o nos enfrentamos a problemas? ¿Recurrimos a la ira, a la amargura o incluso a dejar de hablar? ¿Saltamos inmediatamente a los peores escenarios? Estas reacciones instintivas pueden sugerir áreas en las que necesitamos madurar emocionalmente.

La Biblia nos instruye en Romanos 12:17-18: «No devuelvas mal por mal... vivir en paz con todos». Nos anima a buscar sabiduría, a abordar las situaciones con cuidado y a esforzarnos por mantener la paz siempre que sea posible. Esto no significa que todo vaya a ser siempre fácil. Todavía podría haber desacuerdos, conflictos e incluso demandas. Sin embargo, nuestras reacciones deben estar respaldadas por una perspectiva piadosa, no impulsadas por reacciones egoístas.

Curiosamente, la ciencia ofrece una perspectiva complementaria a esta visión espiritual. Según la Dra. Jill Taylor, neurocientífica de Harvard, nuestro cuerpo tarda unos 90 segundos en procesar una emoción por completo. Si podemos practicar la paciencia y la moderación, antes de permitir que la ola de emoción nos inunde antes de responder, nuestras reacciones podrían ser más reflexivas y constructivas. Requiere esfuerzo, pero con la práctica, este enfoque puede ayudarnos a recuperar el control de nuestras emociones y, en última instancia, de nuestras respuestas.

Como líderes y adultos, no siempre podemos darnos el lujo de reaccionar emocionalmente. Cuando nos enfrentamos a una crisis, una situación difícil o una conversación desafiante, nuestra primera tarea es procesar la información cuidadosamente para que podamos responder de una manera que haga avanzar la situación, no retroceder.

Considera este ejemplo: Imagina que estás en un semáforo, disfrutando de un hermoso día y observas a un hombre reaccionando exageradamente a un inconveniente menor, como un ciclista que cruza la calle demasiado lento. A pesar de su aparente éxito, indicado por un buen coche y un atuendo de moda, su arrebato de ira revela confusión. Esta situación sirve como un recordatorio de que nuestras reacciones a menudo revelan el verdadero estado de nuestros corazones.

A medida que maduramos espiritualmente, aprendemos a navegar por nuestras emociones, lo que permite respuestas consideradas y controladas que se alinean con nuestro crecimiento espiritual. El viaje no siempre es fácil, pero es crucial. Cuanto mayor sea nuestra capacidad de responder sabia y amorosamente, más paz encontraremos en nuestras relaciones y dentro de nosotros mismos.