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Se trata de amor

El cristianismo no se trata de cuánto sabemos, sino de cuánto amamos. Nuestra fe no es un ejercicio intelectual o un ritual mecánico, sino un apasionado viaje de afecto hacia nuestro Creador. No se trata de estar enamorado de aprender acerca de Dios. Se trata de estar enamorado de Dios, por lo tanto, aprendemos acerca de Él. El amor es tan importante que se convierte en la pieza central de la corona entre las joyas de nuestra fe.

El autor C. S. Lewis observó una vez que muchos de nosotros nos enamoramos de Jesús, luego comenzamos a hablar de Él, y gradualmente nos enamoramos de lo que hablamos, no del Creador. Es fácil enamorarse del oficio en lugar del Creador. ¿Amamos nuestras habilidades y tareas, o amamos a Jesús y usamos nuestros dones a su servicio?

En Romanos 12:9 encontramos una profunda exhortación a «que el amor sea sin hipocresía». Este tipo de amor, ágape, refleja el amor perfecto e inmaculado de Dios. La palabra griega para hipocresía aquí proviene del mundo del teatro, que significa «uno que interpreta un papel». Esencialmente, estamos llamados a amar auténticamente sin ocultar nuestro verdadero yo detrás de una máscara.

El detrimento más significativo para el cristianismo es la hipocresía de los creyentes que profesan piedad, pero se esconden detrás de máscaras de falsa piedad. El amor de Dios es lo suficientemente robusto y duradero como para señalar nuestros defectos. Es un amor que nos impulsa a cambiar, crecer y llegar a ser más como Él.

El amor de Dios es lo suficientemente grande como para decirnos cuándo nos estamos desviando y debemos ser lo suficientemente maduros para escuchar. ¿Amamos a Dios suficientemente como para dejar que nos corrija cuando nos equivocamos? ¿Amamos más a Dios que a nuestro pecado? Hay dos tipos de personas: los que aman el pecado más que a Dios y los que aman a Dios más que al pecado. ¿Cuál eres tú?

Una forma práctica en la que podemos demostrar amor es a través del don de la atención plena. En un mundo en el que a menudo tenemos una «atención parcial continua», dividida entre nuestro teléfono, la televisión, las conversaciones y los pensamientos, el amor verdadero requiere darle a alguien nuestra atención completa. ¿Cómo serían nuestras relaciones si realmente nos escucháramos el uno al otro sin distracciones?

A menudo nos fijamos en las celebridades para encontrar ejemplos de éxito. Consideremos al cantante de country Garth Brooks, quien eligió a la familia sobre la fama, deteniendo su exitosa carrera durante 14 años para criar a sus hijas. Reconoció la importancia de estar plenamente presente en sus vidas, un hermoso reflejo del amor que estamos llamados a mostrar.

Nuestro camino de fe nos invita a amar sin máscaras, a amar con sinceridad y a amar de todo corazón. No se trata de conocimiento intelectual, sino de un afecto profundo y genuino por Dios, reflejado en nuestras relaciones con los demás. Esa es la verdadera joya del cristianismo.