Una vida de intimidad con DiosMuestra

La importancia del desierto
“He aquí que yo hago cosa nueva; pronto saldrá a luz; ¿no la conoceréis? Otra vez abriré camino en el desierto, y ríos en la soledad”, Isaías 43:19.
Dios nos lleva al desierto para corregirnos, disciplinarnos y probarnos. Nos hace crecer y madurar; nos permite experimentar su sobrenaturalidad y cercanía. En el desierto la carne sufre, pero el cielo se mantiene abierto y la comunión jamás se interrumpe. La Biblia dice que Dios llevó a Jesús al desierto y cuando salió estaba lleno del poder del Espíritu Santo. El desierto es disciplina, metamorfosis, transformación; es preparación para un nuevo trabajo o ministerio. En el desierto Dios trabaja EN nosotros; cuando salimos del desierto Dios trabaja CON nosotros.
José estuvo en el desierto (representado por la casa de Potifar y la cárcel de Egipto) pero siempre tuvo acceso a la revelación divina. Génesis 39:21 dice que: “Dios siguió ayudando a José y dándole muestras de su amor...”, TLA. Sin importar dónde lo pusieran, él prosperaba.
Con el rey Saúl las cosas fueron muy diferentes. Experimentó tormentos mentales y espirituales como consecuencia de su persistencia en el pecado. Quedó varado en el desierto. El cielo estaba cerrado y Dios no respondía a sus llamados: “Estoy desesperado... Los filisteos me hacen la guerra, y Dios me ha abandonado. Ya no me responde... Por eso te he llamado, para que me digas qué debo hacer... Si Dios te ha abandonado, y ahora es tu enemigo, ¿para qué me consultas?... Por haberlo desobedecido... Dios te ha quitado el reino y se lo ha dado a David... y tú y tus hijos morirán...”, 1º Samuel 28:15-19 (TLA). Saúl, en vez de arrepentirse para experimentar transformación y vida, decidió buscar en el mismo infierno mismo lo que el cielo le negaba.
Tengamos presente que el pecado corta la relación con Dios. Tanto el acceso a su presencia, como la revelación quedan bloqueados a causa de la desobediencia. Deuteronomio 28:23 dice: “Arriba, los cielos se pondrán rígidos como el bronce, y abajo, la tierra se volverá dura como el hierro”, NTV. La expresión: “el cielo de bronce y la tierra de hierro” significa que Dios no responde y en las labores cotidianas no se experimenta bendición.
¿Algo no fluye en ti? Revisa tu vida ahora mismo y pídele al Espíritu Santo que te muestre la razón. ¿Estás en el desierto aguardando la manifestación de Dios o sufres tormento a causa del pecado? ¿El cielo está abierto o permanece cerrado? Medita y ora. ¡El Señor te guíe!
Acerca de este Plan

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/
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