Una vida de intimidad con DiosMuestra

Sigue orando, sigue confiando

“Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto”, Juan 15:2 (RV95).

El gran avivamiento que experimentó Judá durante el reinado de Ezequías comenzó con la purificación de los líderes. Generalmente la gente piensa que la vida se arregla cuando comenzamos a orar. Sin embargo, el modelo bíblico es a la inversa: si quieres tener comunión con Dios ORDENA PRIMERO TU VIDA. La oración bíblica es la comunión entre un Dios santo y un hombre santificado. Dios no puede comulgar con una persona cuyo pecado no haya sido juzgado. Por lo tanto, si quieres que tus oraciones sean escuchadas y, tu adoración y ofrendas recibidas, ¡comienza por santificarte!

Jesús dijo que la vida fructífera empieza con la limpieza, Juan 15:2.

Hemos sido purificados el día en que fuimos salvos, pero necesitamos confesar los pecados de cada día a fin de permanecer en comunión con Dios, 1ª Juan 1:9. Este concepto está reflejado en el incidente en el que Jesús lavó los pies a los discípulos y Pedro dijo: “No me lavarás los pies jamás. Jesús le respondió: Si no te lavare, no tendrás parte conmigo... ”, Juan 13:8-10. Si queremos tener ‘parte’ o comunión con el Señor necesitamos limpiarnos de toda contaminación, cada día de nuestra vida. Dios no demanda grandes talentos, grandes conocimientos ni grandes predicadores sino, santidad.

Tenemos la obligación de cuidar nuestra vida espiritual. Lo que entra por nuestros oídos posee la capacidad de afectar nuestra fe. Y no importa cuán maduro te consideres. Recuerda que el arma más poderosa del diablo son sus palabras.

Precisamente esa fue la estrategia utilizada por Senaquerib, este perverso gobernante asirio que intentó subyugar a Israel en el tiempo que reinaba Ezequías.

Veamos cuál fue la primera táctica que empleó el rey Ezequías para enfrentar esta amenaza:

Buscó el consejo de sus asesores: “Consultó con sus funcionarios y consejeros militares...”, 2º Crónicas 32:3 (NTV). La primera estrategia consistió en incrementar el poderío militar, levantar torres fortificadas y edificar una doble muralla. Pero esto no amedrentó al malévolo rey de Asiria. Al contrario, envió embajadores y cartas para atemorizar a las personas y hacer más fácil la conquista del país.

Así procede el diablo con nosotros: nos envía emisarios para desanimarnos y atemorizarnos. Él sabe que las palabras suelen ser más poderosas que las armas. Por ello, ¡preserva tu vida espiritual cuidando lo que escuchas, lo que ves y lo que dejas que llegue a ti!