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Una vida de intimidad con Dios

DÍA 346 DE 365

El valor supremo del desierto

“...La llevaré al desierto y allí le hablaré a su corazón”, Oseas 2:14, PDT.

El desierto siempre es sinónimo de retiro y, el retiro atrae la presencia de Dios. Existe una predilección especial de Dios por los desiertos. Es allí donde uno aprende a conocerlo. Nada puede reemplazar la comunión secreta con Dios ni la educación que se recibe en su escuela y bajo su disciplina. La sabiduría y la ciencia humana no pueden hacer de un hombre un siervo de Dios. Nadie puede enseñar como Dios y es necesario que los que quieren aprender de Él estén a solas con Él.

¡Ejercítate en la paciencia! Dios suele encomendarnos tareas específicas, pero sin decirnos cuándo comenzaremos. He aquí el problema de muchos cristianos. Saben qué hacer, pero lo hacen en su propio tiempo y no en el establecido por Dios. Moisés es un claro ejemplo. Dios le encargó la tarea de liderar a su pueblo, pero él se adelantó al ‘reloj de Dios’ y su ministerio fue un rotundo fracaso. Había sido llamado, pero no estaba preparado. Se hizo necesario que Dios lo llevara a ‘su escuela’ y lo pusiera bajo su disciplina antes de que emprendiera la tarea encomendada por Él.

Así como Moisés tuvo su desierto en Horeb, Elías lo vivenció en el arroyo de Querith y Ezequiel en el río de Quebar. Por su parte, Pablo permaneció en el desierto de Arabia y Juan en Patmos. Todos experimentaron encuentros profundos con Dios y recibieron revelaciones que hasta hoy nos bendicen.

En esta generación lo que realmente necesitamos son profetas que vengan del ‘desierto’, probados, templados y entrenados por Dios. Nada más, nada menos. Quien no reconoce a Dios en la adversidad no avanzará.En una ocasión Jimmy Collier, amigo de Corrie ten Boom, le dijo: “Corrie ¿no es cierto que Dios ha sido bueno por haberte dado esta preciosa casa?”. Y ella con firmeza le respondió: “Jimmy, Dios también fue bueno cuando me encontraba en el campo de concentración nazi”.

Cuando David Livingston regresó a Escocia después de varias décadas en el África, su cuerpo estaba enflaquecido, demacrado y sumamente debilitado. Había padecido 27 episodios de fiebre a causa de la malaria. Tenía un brazo totalmente inutilizado como resultado de una mordida de león. Sin embargo, su mirada era brillante y su voz apasionada. Nada ni nadie había logrado quitarle la vida abundante de Cristo y el gozo del servicio. Su alegría no radicaba en sí mismo sino en la grandeza de su amado Señor. Estos son hombres y mujeres templados en el desierto que cambiaron el mundo. Deja de quejarte. ¡Levántate en medio de tus adversidades! Experimenta la bondad de Dios en medio del feroz desierto.

Escrituras

Acerca de este Plan

Una vida de intimidad con Dios

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).

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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/