Una vida de intimidad con DiosMuestra

Camino a la felicidad
“...Jesús fue bautizado; y orando, el cielo se abrió, y descendió el Espíritu Santo... y vino una voz del cielo que decía: Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia”, Lucas 3:21-22.
El pasaje bíblico resalta la manifestación de la Trinidad: El Hijo ora, el Espíritu Santo desciende y el Padre habla. El cielo en un solo lugar.
La oración es siempre la antesala de la revelación. Jesús oró en cada evento importante de su vida pública (Lucas 5:16; 6:12; 9:18, 29; 22:41; 23:34 y 46) y, de esa manera, dejó un ejemplo para todos aquellos que profesan ser sus seguidores. La oración es una disciplina espiritual irremplazable. Las personas que no oran están desconectadas del poder de Dios. Juan Wesley dijo: “Dios hace todo a través de la oración y nada sin ella”. Por donde lo mires, orar trae siempre enormes beneficios. Ahora repara en la siguiente afirmación: “Tú eres mi hijo, a quien quiero mucho. Estoy muy contento contigo”, versículo 22 (TLA).
¿Por qué razón Dios el Padre dijo que estaba contento con Jesús, si todavía no había realizado un solo milagro? Porque Jesús fue una bendición para la humanidad aun antes de iniciar su ministerio público: “Y Jesús seguía creciendo en cuerpo y mente, y gozaba del favor de Dios y de los hombres”, Lucas 2:52 (DHH). Mientras se preparaba y esperaba el tiempo del cumplimiento de su misión era una bendición para su entorno. Fueron treinta años de entrega y servicio no solo a Dios, su Padre, sino también a la comunidad. Suele minimizarse la expresión: “Gozaba del favor de los hombres”. Contar con el favor de las personas significa que Jesús debe haber sido amigable y simpático. En relación a los que obedecen al Señor, el proverbista promete el favor de Dios y el de los hombres: “Y hallarás gracia y buena opinión ante los ojos de Dios y de los hombres”, Proverbios 3:4.
“Amado Señor. Quiero experimentar el poder de la oración en el Espíritu que desata tu revelación. Renuncio a la mediocridad en mi vida de oración. Renuncio a toda complacencia con el mundo. Renuncio a la comodidad y decido ejercitarme en las disciplinas espirituales. Guíame a tu presencia. Que mi consagración y fervor conquisten tu corazón. Oro en Cristo Jesús. Amén”.
Acerca de este Plan

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/
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