Una vida de intimidad con DiosMuestra

Obedece y sé feliz
“Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia”, Lucas 3:21-22.
Un joven fue a un estudio bíblico. Aprendió acerca de escuchar la voz de Dios y obedecerla. El muchacho quiso saber si todavía Dios hablaba con las personas, por lo que sentado en su automóvil y de regreso a su casa dijo en voz audible: “Dios, si aún te relacionas con las personas, entonces habla conmigo”. Mientras conducía por una avenida, tuvo un pensamiento muy extraño, como si una voz hablase dentro de su cabeza: “Para y compra un litro de leche”. Él movió su cabeza y dijo: “¿Eres tú Señor?”. No obtuvo respuesta y continuó conduciendo. Sin embargo, el mismo pensamiento se hizo más insistente: “Compra un litro de leche”. “Muy bien, lo haré”, dijo escépticamente. Así que se detuvo, compró la leche y reinició su camino a casa.
Cuando pasaba por una gran avenida escuchó: “Gira en aquella calle”. Esto es una locura, pensó, y pasó de largo. Sin embargo, en el siguiente retorno giró y se dirigió por aquella avenida. De repente sintió que debía parar. Se detuvo y miró a su alrededor. Se trataba de una zona pobre. Escuchó una voz que le dijo: “Ve y dale la leche a las personas que están en aquella casa”. El joven dijo: “Señor, esto es una locura. No puedo ir a una casa extraña en medio de la noche”. Finalmente, abrió la puerta de su automóvil y obedeció. Atravesó la calle y tocó el timbre. Escuchó llorar a varios niños y una voz de hombre decía: “¿Quién está ahí? ¿Qué quiere?”.
La puerta se abrió antes que el joven pudiese huir. De pie, estaba un hombre vestido de jeans y camiseta. El joven le entregó la botella de leche y con mucho temor manifestó: “Compré esto para ustedes”. Lágrimas corrían por el rostro del hombre. Luego comenzó a hablar, sollozando: “Tuvimos muchas cuentas este mes y nuestro dinero se ha terminado. No teníamos más leche para nuestro bebé. Le pedimos a Dios que nos ayudara”. Su esposa expresó desde la cocina: “Pedí a Dios que me mandara un ángel con un poco de leche. Usted es ese ángel”. El joven tomó su billetera, sacó todo el dinero que había en ella y lo colocó en las manos del hombre. Se dio media vuelta y se fue a su vehículo, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Aquel muchacho experimentó que Dios todavía habla, que Él responde a nuestras oraciones y que es feliz aquel que lo obedece.
“Amado Señor hoy me postro ante ti para buscarte. Sé mi Señor y yo un instrumento de bendición. En Jesús. Amén”.
Escrituras
Acerca de este Plan

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/
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