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Una vida de intimidad con DiosMuestra

Una vida de intimidad con Dios

DÍA 348 DE 365

No mates tu futuro

“Un ángel del Señor se le apareció a Zacarías... He sido enviado para hablar contigo… Pero como no creíste en mis palabras…te vas a quedar mudo...”, Lucas 1:11-20 (NVI).

Existe una segunda razón por la que el ángel Gabriel dejó mudo a Zacarías: preservar a Elisabet del escepticismo de su cónyuge. Si la incredulidad aumentaba, ambos perderían el milagro. ¿Alguna vez te preguntaste por qué Josué prohibió que el pueblo hablara, mientras daba vueltas a Jericó (Josué 6:10)? ¡Acertaste! Si hubieran hablado, se habrían quejado y, como la queja es muy contagiosa, pronto se hubiera abortado la misión de conquistarla. Josué aprendió la lección por experiencia personal. Él formó parte de los doce enviados a reconocer la tierra prometida. A su regreso, diez de ellos hablaron negativamente desanimando al pueblo. El resultado de haber utilizado mal sus bocas fue que no entraron a la tierra de la promesa. La enseñanza es clara: Dios aísla y silencia a los incrédulos y pesimistas. Su actitud tóxica podría envenenar la fe de los demás.

La Biblia resalta que una persona puede ser perjudicada por sus propias palabras. Por eso vigila tu boca, pues una palabra es como un pájaro: una vez puesta en libertad, nadie puede volverla a tomar. Existen cuatro cosas en la vida que no se recuperan: una piedra después de haber sido lanzada; una oportunidad después de haberse perdido; el tiempo después de haber pasado y una palabra después de haber sido expresada. Seamos sabios en este día. Optemos por manifestar la gloria de Dios con nuestras palabras.

Zacarías aprendió la lección. ¿Cómo lo sabemos? Porque cuando recuperó el habla, lo primero que hizo fue glorificar a Dios. Habrá dicho para sí mismo: “no volveré a rendir nunca más esta materia”. Aunque Zacarías era un hombre justo y vivía irreprensible en todos sus caminos (Lucas 1:6), tuvo su momento de fracaso. Este hecho encierra una gran enseñanza para aquellos que llevan años caminando con el Señor: la antigüedad en el evangelio no nos otorga inmunidad contra la incredulidad. Debemos ejercitar nuestra fe todos los días y vivir en dependencia de Dios para no cometer la torpeza de hablar mal y perdernos un milagro.

“Amado Señor purifica mis labios. Quiero ser fuente de bendición y proclamar la concreción de tus milagros. Ayúdame. Oro en Cristo Jesús. Amén”.

Acerca de este Plan

Una vida de intimidad con Dios

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).

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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/