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Una vida de intimidad con Dios

DÍA 278 DE 365

La degeneración de la fe

El capítulo 5 del libro de Génesis relata la genealogía de Adán por medio de Set, el hijo que le nació en lugar del asesinado Abel. El escritor bíblico se refiere a la estirpe de los “buenos” en contraposición al linaje de Caín que son los “malos”. Esta descendencia “buena” será la que a la postre provocará el castigo del diluvio, demostrando la incapacidad para mantenerse fiel en los caminos del Señor; al igual que los descendientes de Caín. Es muy frecuente observar cómo la fe se degrada con el paso del tiempo.

Por ejemplo, el gran mover del Espíritu Santo que comenzó en Pentecostés fue menguando y el declive espiritual se hizo evidente al final del primer siglo. Juan le entregó un mensaje personal del Cristo resucitado a un pequeño círculo de siete iglesias, Apocalipsis 2 y 3. A cinco de ellas se les recriminó el pecado de enfriarse y se les ordenó arrepentirse. La caída espiritual suele advertirse también en las familias. Los hijos de Samuel no tenían su misma fe. Los ancianos del pueblo le dijeron al profeta: “Tú estás viejo y tus hijos no llevan la misma vida que tú llevaste, no son como tú. Danos ahora un rey para que nos gobierne...”, 1ª Samuel 8:5 (PDT). Lo mismo podría decirse de los hijos del sacerdote Elí, de quienes la Biblia dice que “eran unos sinvergüenzas que no le tenían respeto al SEÑOR”, 1ª Samuel 2:12 (NTV). Elí falló en corregir a sus hijos y por eso Dios lo hizo responsable de su maldad (1º Samuel 2:29-34), pero en el caso de Samuel no sabemos por qué sus hijos tomaron el camino malo.

Sería muy arriesgado decir que él fue un mal padre. Sus hijos eran los suficientemente grandecitos como para tomar sus propias decisiones. Debemos tener cuidado con culpar a los padres por los pecados de los hijos cuando éstos ya son adultos. Diferente es el caso de los padres que tienen hijos bajo su cuidado. La paternidad es una responsabilidad muy seria y nada es más importante que forjar el temor de Dios en toda la familia. No te conformes con que tus hijos digan ser cristianos y se congreguen con regularidad. Aspira a que vivan vidas comprometidas con Dios y con su obra. No te resignes con que lleven vidas espiritualmente livianitas. Al contrario, lucha con las invencibles armas del Todopoderoso Dios, 2ª Corintios 10:4. Clama de rodillas, derrama lágrimas y ora hasta que el avivamiento sea una realidad palpable en toda tu familia.

Acerca de este Plan

Una vida de intimidad con Dios

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).

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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/