Logo de YouVersion
Ícono Búsqueda

Una vida de intimidad con DiosMuestra

Una vida de intimidad con Dios

DÍA 243 DE 365

Libres de la culpa

En esos días, Judá dejó su casa y se fue a Adulam...”, Génesis 38:1 (NTV). “En esos días”.

¿En cuáles días? En aquellos en los que José fue vendido como esclavo. En esos días, Judá decidió abandonar el campamento, quizás porque no soportó el remordimiento de haber sido él quien propuso vender a su hermano. La culpa es un sentimiento que proviene de haber hecho algo malo a los ojos de Dios. Es la diferencia entre lo que hacemos y lo que deberíamos haber hecho. Judá debió haber defendido a su hermano; en cambio, lo vendió. Mientras vivió bajo el peso de la culpa estuvo apartado de sus afectos, esperando que el exilio resolviera su problema. Con frecuencia las personas hacen lo mismo. Esconden sus errores creyendo que el tiempo acallará la campanita de la conciencia. Judá huyó de su pecado, sin saber que éste lo seguía adonde él iba. No importaba donde viviera, el remordimiento lo acompañaba. En Adulan se casó con una cananea. Su primogénito fue tan perverso que Dios le quitó la vida, Génesis 38:7. El tiempo transcurría y seguía sin confesar su pecado. Cada día era peor que el anterior y más mal se sentía. Aprendamos esta gran lección: ¡el sentimiento de culpa no desaparece con el paso del tiempo sino, con el arrepentimiento y la confesión de los pecados!

Con frecuencia nos sentimos culpables y con razón. Nos sentimos culpables porque somos culpables. Y en ese caso lo que debemos hacer es remover el pecado, arrepentirnos y volvernos a Dios: “Pero si confesamos a Dios nuestros pecados, podemos estar seguros de que ha de perdonarnos y limpiarnos de toda maldad...”, 1ª Juan 1:9 (NT-BAD). En cierta ocasión, David pecó gravemente e hizo lo mismo que Judá, lo escondió. Durante todo ese tiempo sufrió una verdadera tortura interior: “Mientras me negué a confesar mi pecado, mi cuerpo se consumió, y gemía todo el día... Finalmente te confesé todos mis pecados y ya no intenté ocultar mi culpa... ¡y tú me perdonaste! Toda mi culpa desapareció, Salmo 32:3-5 (NTV). El alivio llegó el día en que David confesó su pecado. Dios lo perdonó y su conciencia dejó de acusarlo. Ahora bien, advierte un aspecto no menor. Mientras David escondió su pecado, no solo sufrió bajo el peso del remordimiento sino que su cuerpo se enfermó, Salmo 32:3. Muchos síntomas físicos están en conexión directa con la manera en la que nos relacionamos con Dios. El pecado enferma todo nuestro ser, incluyendo el cuerpo. ¡Si arreglamos cuentas con Dios, muchos de nuestros dolores emocionales y corporales desaparecerán!

Acerca de este Plan

Una vida de intimidad con Dios

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).

More

Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/