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Una vida de intimidad con Dios

DÍA 230 DE 365

El pecado de tolerar el pecado

Es muy común que los líderes toleren el pecado en la congregación. Tal fue el caso de la iglesia de Tiatira, Apocalipsis 2:20. Cristo glorificado le envía una carta al pastor de la iglesia, Apocalipsis 2:18. Jesús lo hace responsable de permitir el pecado en el púlpito y, desde allí, su diseminación a toda la congregación. Un caso parecido es el de Elí, a quien Dios reprendió severamente por no estorbar el pecado en la vida de sus hijos, que oficiaban como líderes en el templo.

El pecado de no estorbar el pecado es un gran pecado en la iglesia de hoy en día. El miedo a perder prestigio, popularidad y seguidores hace que muchos líderes teman denunciar y estorbar el pecado en su liderazgo y en la congregación. La proyección de una imagen popular ha llegado a ser una vaca sagrada ante la que se inclinan algunos ministros modernos. Su reputación les importa más que la declaración fiel de la verdad de Dios. Una lectura superficial de los escritos sagrados revelará muy pronto lo que pasó con los predicadores de antaño que declararon los oráculos de Dios, tal y como éstos les fueron revelados. Miqueas, Jeremías, Pablo, Pedro, Juan y una constelación interminable de personas fieles que amaron a Dios y tuvieron respeto por su vocación de profetas, no callaron ni hicieron la vista gorda a la propagación del pecado. Como consecuencia, sufrieron persecución, fueron atropellados y algunos de ellos sellaron con su propia sangre el testimonio de su fe. El predicador por excelencia, Cristo Jesús, no estuvo exento de estos sacrificios. Su prédica cortante se incrustaba como una espina en las costillas de la gente de su época y, todos sabemos cómo terminó: lo crucificaron. Sí queridos predicadores, la popularidad nunca fue aliada del verdadero siervo de Dios. Los predicadores modernos que evitan proclamar toda la verdad por temor a que los tilden de fanáticos, retrógrados o extremistas no agradan a Dios. El aplauso de la gente no se compara con la aprobación de Dios. Lutero dijo: “El dueño de un prostíbulo no peca menos que un predicador que no entrega el verdadero evangelio. El prostíbulo es tan ruin como la iglesia del falso predicador...”.

No interesa si eres o no un líder en la iglesia. Lo que importa es que no toleres el pecado en tu propia vida o en la de aquellos que están bajo tu responsabilidad. Lo que está en juego es la misma presencia de Dios. Será tu reputación y comodidad o, la presencia de Dios. Tú escoges.

Acerca de este Plan

Una vida de intimidad con Dios

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).

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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/