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Una vida de intimidad con Dios

DÍA 228 DE 365

El Señor, tu mejor compañía

“Tres veces he pedido a Dios que me devuelva la salud; y las tres veces me ha respondido: “No. Estoy contigo y esto debe bastarte...”, 2ª Corintios 12:9 (NT-BAD).

La decisión de aceptar la voluntad de Dios catapultó a Pablo a la cima del ministerio. En cambio, la decisión de hacer las cosas a su manera hizo que Moisés viviera muy por debajo de lo que Dios esperaba para él. Insistió tanto en tener un compañero a su lado que Dios se lo concedió: “—De acuerdo, ¿qué te parece tu hermano Aarón?... él habla muy bien...”, Éxodo 4:14 (NTV). Moisés quedó satisfecho cuando Dios le ofreció una compañía humana. ¿Tuvo más autoridad y poder espiritual con Aarón a su lado? Por supuesto que no. Y, ¿cuál fue el resultado de hacer las cosas fuera de la voluntad de Dios? Sufrimiento.

La historia de Moisés es un espejo en el que se refleja nuestro corazón. Estamos dispuestos a confiar en cualquier cosa menos en el Dios vivo. Apoyados y protegidos por un mortal semejante a nosotros avanzamos atrevidamente sin temor alguno, pero temblamos y dudamos cuando solo tenemos la luz de la presencia del Maestro para animarnos y la fuerza de su brazo para sostenernos. Entiéndase bien, la compañía de un hermano es muy preciosa, ya sea para el trabajo, el descanso o el combate: “Mejores son dos que uno”, Eclesiastés 4:9. Sin embargo, la asociación con un ser humano carecerá de utilidad, si Dios no está con nosotros. La presencia de Dios es insustituible. Y, para que aprendamos sujeción y dependencia, el Señor suele dejarnos caminar una parte del camino solitos. Moisés no lo entendió. Marchó plenamente satisfecho a la misión porque su hermano lo acompañaba, pero fue justamente Aarón quien construyó el becerro de oro arrastrando a toda la nación a la idolatría, Éxodo 32:21. Con frecuencia la misma persona cuya compañía nos parecía necesaria para nuestro éxito y progreso, viene a ser luego un motivo de grandes disgustos para nuestros corazones. ¿Y sabes por qué? Porque no aceptamos la voluntad de Dios para nuestras vidas. Al igual que Moisés perseveramos en seguir nuestro camino, el que nos lleva siempre al fracaso y sufrimiento. ¡Rendirnos a Dios y a su voluntad es la mejor decisión de la vida!

“Amado Señor, perdón por confiar más en el débil brazo de carne que en tu brazo Todopoderoso y Omnipotente. Este es mi pecado, pero hoy renuncio a seguir mi corazón y refugiarme en mis temores. Ayúdame. En Jesús. Amén”

Acerca de este Plan

Una vida de intimidad con Dios

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).

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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/