Una vida de intimidad con DiosMuestra

Ardiendo para Cristo
“Él... hace a... sus ministros llama de fuego”, Hebreos 1:7.
Dios está en llamas, pero también tiene el fuego para encendernos. Nos enciende y nos transforma en hombres y mujeres de fuego. Las siete estrellas que Juan vio en la mano derecha de Cristo resucitado son sus siervos, encendidos por el fuego de Dios y autorizados a ofrecer el mismo fuego a los demás, Apocalipsis 1:16. No era una estrella, sino siete. Y no eran diminutas estrellitas brillando y titilando en el espacio sino, gigantescas masas de combustible ardiendo llenas del fuego de la presencia de Dios. Así como Dios está en llamas, Él quiere que nosotros también lo estemos. Y que impartamos ese fuego a los demás. Esto se observa claramente en la bendición sacerdotal: “Que el Señor te bendiga y te guarde. Que el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su gracia. Que el Señor vuelva hacia ti su rostro y te conceda la paz...”, Números 6:24-26 (MN). El rostro de Dios hace referencia a su manifiesta presencia. Cuando Jacob se encontró con Dios dijo: “He visto a Dios cara a cara...”, Génesis 32:30 (NTV). Y luego le puso nombre al lugar donde vio a Dios: “Jacob llamó a aquel lugar Peniel que significa “rostro de Dios”, Génesis 32:30 (NTV). ¿Lo ves? Dios le pidió a los sacerdotes que impartieran verbalmente la bendición de la manifiesta presencia de Dios al pueblo: “Que el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti... Que el Señor vuelva hacia ti su rostro...”, Números 6:24-25 (MN).
Esta misión de impartir la manifiesta presencia de Dios la tenían los sacerdotes en el A.T. Y los creyentes fuimos comisionados para hacer lo mismo porque somos sacerdotes del Dios altísimo, 1ª Pedro 2:9. Entonces, es nuestra responsabilidad orar para ser bautizados por el fuego de la presencia de Dios e impartir ese fuego a los demás, Salmo 67:1.
Otra gran responsabilidad es mantener vivo el fuego del Espíritu. Cuando Juan vio al Cristo entronado y exaltado en Patmos, el Señor estaba caminando entre candelabros, Apocalipsis 1:7. El propósito principal de la iglesia es mantener y ofrecer el fuego de la presencia manifiesta de Dios. Una iglesia en llamas es la única razón de su existencia. ¿Eres un creyente en llamas? ¿Estás encendido e inflamando este mundo con la manifiesta presencia de Cristo? Existes para cumplir ese propósito. ¡No descuides la esencia de tu llamado!
Acerca de este Plan

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
More
Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/