Una vida de intimidad con DiosMuestra

El mayor privilegio
“...Un sembrador salió a sembrar... parte de la semilla cayó en... buena tierra, y dio buena cosecha...”, Mateo 13:3-8 (DHH).
El éxito de una cosecha está determinado por el terreno donde se siembra la semilla. El que siembra en “buena tierra” tendrá una “buena cosecha”. No necesitas ser una persona con capacidades espectaculares sino sembrar lo que tienes y lo que eres en Dios. ¡El reino de Jesucristo es el mejor terreno para sembrar!
El Señor ha puesto semillas en nuestras manos. El tiempo es una semilla. ¿Qué estamos haciendo con él? Da pena ver a creyentes sembrar su tiempo en cosas pasajeras y terrenales. Están demasiados ocupados con sus estudios, profesiones, trabajos o pasatiempos. No pueden servir a Dios. Deberían reconsiderar si la fe que dicen tener es verdadera, ya que la Biblia dice: “La fe... a menos que produzca buenas acciones, está muerta y es inútil’, Santiago 2:17 (NTV).
Otra semilla es el evangelio: “Vayan por todo el mundo y prediquen la Buena Noticia a todos”, Marcos 16:15 (NTV). Representar al Rey de Reyes es un privilegio inefable. Reconciliar a las personas con Dios es nuestro más alto llamado y responsabilidad. Cuando hacemos que una persona se amigue con Dios todo el mundo está feliz: el arrepentido, el que presenta el evangelio y sobre todo el Señor. “¡Hay... alegría en el cielo por un pecador perdido que se arrepiente...!”, Lucas 15:7 (NTV). ¡El método bíblico para ser feliz y hacer feliz a Dios es traer ovejas a Su redil! La razón por la que hoy en día existe tan poco gozo entre los creyentes es la desobediencia en cumplir la gran comisión. No predicamos a los perdidos. ¿Y por qué no lo hacemos? Porque no los amamos. ¿Y por qué no los amamos? Porque no amamos a Jesús, Juan 14:15. La indiferencia por las ovejas perdidas es una clara evidencia de nuestra debilitada relación de amor con Dios.
Abandonemos el cristianismo light de la comodidad, donde la reputación lo es todo. Sigamos a Jesús aunque no nos haga ni ricos ni famosos. Decidamos amarlo, obedecerlo y servirlo sin esperar nada más que Su alegría. Sigamos el ejemplo de aquellos que tuvieron en alta estima un tesoro mucho más valioso que las posesiones, posiciones y la popularidad: ¡la honra de Dios! Sembremos nuestro tiempo, dinero, dones y profesiones en el Señor. Sembremos nuestra vida esperando que Dios sea glorificado, su iglesia edificada y su reino extendido.
Acerca de este Plan

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/
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