Una vida de intimidad con DiosMuestra

Lo que digas sucederá
Un oficial romano le rogó a Jesús por su siervo enfermo. Jesús dijo: “Iré a sanarlo”, Mateo 8:7 (NTV). Entonces el hombre le respondió: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará”, Mateo 8:8. Es como si hubiera dicho: “No hace falta que vayas hasta mi casa. Solo dilo, porque lo que digas pasará”. Entonces Jesús dijo: “ni aun en Israel he hallado tanta fe”, Mateo 8:10.
¿Cuál fue la clave en la sanidad de la mujer con flujo de sangre? La fe expresada en sus labios: “Porque decía, si tocare solamente su manto, seré sana”, Mateo 9:21. ¿Cómo venció David a Goliat? ¡Hablando! Él dijo: “El Señor te entregará hoy en mis manos y yo te venceré...”, 1° Samuel 17:46. Si queremos cambiar nuestras vidas, debemos cambiar la forma de hablar. Jesús dijo: “lo que digas... será hecho”. Tú no dices lo que hiciste, dices lo que vas a hacer o lo que sucederá.
No recibimos porque nuestra confesión es contraria a lo que queremos recibir. En 1º Reyes 17 se relatan tres situaciones: “Elías... dijo... “Vive Jehová... que no habrá lluvia... en estos años, sino por mi palabra’”, versículo 1. Y no llovió por tres años. La segunda situación se presenta como provisión divina: “Jehová... ha dicho así: La harina... no escaseará, ni el aceite... disminuirá...”, 1º Reyes 17:14. ¿Y qué sucedió? “La harina... no escaseó, ni el aceite... menguó, conforme a la palabra que Jehová había dicho por Elías”, 1º Reyes 17:16.
La última situación la encontramos en la declaración de la mujer: “...Estaba juntando... leña para preparar una... comida, después mi hijo y yo moriremos”, 1º Reyes 17:12 (NTV). ¿Y qué sucedió? Su hijo murió, versículo 17. Se cumplió la palabra de Elías, se cumplió la promesa de provisión de Dios y también las palabras de la mujer. Muchas de las cosas que te están sucediendo podrían ser el cumplimiento de tus palabras. Confiesa la Palabra de Dios. Confiesa sus promesas. Disciplina tu boca y acostúmbrate a hablar en fe.
“Señor. Te pido perdón por declarar con mi boca palabras de condenación. Que mi palabra sea tu palabra. Que tu palabra y la palabra en mi hogar sean una sola. No quiero atarme con un vocabulario de incredulidad. Tampoco quiero apagar al Espíritu Santo con mi lenguaje de queja y murmuración. Renuncio al negativismo, a la crítica y a cualquier forma de hablar que deshonre tu nombre. Amén”.
Acerca de este Plan

Cada día es una oportunidad para experimentar la presencia del Señor. Dios mismo es quien te extiende la dulce invitación para el encuentro santo: "Mi corazón te ha oído decir: «Ven y conversa conmigo». Y mi corazón responde: «Aquí vengo, SEÑOR»" (Salmo 27:8).
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Nos gustaría agradecer a José Luis Cinalli - Silvia López de Cinalli por proporcionar este plan. Para obtener más información, visite: https://iglesiadelaciudad.com.ar/