Enfrentando la ansiedadMuestra

ENTRÉGASELA A DIOS

Una de las grandes mentiras de la ansiedad es que tú tienes que lidiar con cualquiera que sea la amenaza. Como aprendimos ayer, la ansiedad es la herramienta de autodefensa de tu cerebro... Ve una amenaza y le dice a tu cuerpo qué hacer para sobrevivir. Por lo tanto, cuando experimentas ansiedad (aun cuando la amenaza es imaginaria o no es una situación real de vida o muerte), tu cerebro le está diciendo a tu cuerpo que algo está mal y que necesitas tomar medidas para solucionarlo. El problema con la ansiedad que muchos de nosotros vivimos hoy en día es que en realidad no hay una acción clara que tomar…¿Qué podemos hacer para que este sentimiento desaparezca cuando no estamos seguros de dónde viene la amenaza? 

Por fortuna, cuando Dios diseñó la ansiedad, pudo ver el potencial para que nos quedáramos atrapados en ella en la forma que lo hacemos. Por eso, Él nos dio algunas instrucciones muy claras sobre qué hacer con ella en la Biblia. En solo un minuto, vas a leer dos de los pasajes con mayor claridad sobre la ansiedad, y esta es la idea principal que ambos dan: ¡deja que Dios trate tu ansiedad! Ve a Dios con ella, cuéntale acerca de ella... incluso puedes decirle que no estás realmente seguro de dónde viene y que no sabes qué hacer al respecto... pero hay que empezar por llevarlo a Dios y pedirle ayuda. Cuando hacemos eso, se nos promete que la paz de Dios protegerá tanto nuestros corazones como nuestras mentes. (¿No es interesante que las dos partes de nuestro cuerpo donde sentimos el aguijón de la ansiedad son las partes que se mencionan en particular en Filipenses?) 

Escucha, hay algunos pasos prácticos que puedes tomar, cosas que puedes hacer física y mentalmente por ti mismo, que en verdad te ayudarán con la ansiedad (y te prometo que hablaremos de eso en los próximos días). Pero, la primera cosa que necesitamos hacer con la ansiedad es entregársela a Dios. Admitimos que no tenemos el control de nuestras vidas ni del mundo que nos rodea, pero reconocemos que Dios sí lo tiene. Le decimos con lo que estamos lidiando y confiamos en que Él nos ayudará. Así que, para comenzar tu viaje fuera de la ansiedad, comienza hoy hablando con Dios sobre esto. Lee los siguientes pasajes, y luego entrega todo a Dios. Dile lo que pasa, pídele ayuda y esa paz que nos promete. Y el resto del día, cuando sientas que la ansiedad comienza a aumentar, regresa a Dios y repite el proceso.