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Listos para la batalla

Por Marcus Brecheen

A lo largo de las Escrituras, cualquier referencia a una espada puede significar una de dos cosas. La primera espada es la que vemos cuando pensamos en el rey Arturo. Es enorme y probablemente se necesitarían ambas manos para sostenerla. En la Biblia, el único que carga esa espada es Jesús. La otra espada es de la que habla Pablo en Efesios 6:17. Él dice, "Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios." La palabra que Pablo usa para espada no es la misma que la de la gran espada que mencioné anteriormente; es más como una daga. Tiene entre 15 y 45 centímetros de longitud, y está afilada en los dos lados. Lo que la mayor parte de la gente no entiende acerca de esta espada es que cada soldado en el ejército de esa época llevaba una. Lo que hacía a esta pequeña arma tan temible era que estaba hecha en forma de gancho o algo parecido a un tirabuzón en la punta. Básicamente, estaba diseñada para causar un daño severo al enemigo. Una pelea con esta arma no podía durar demasiado y no sería agradable.

Esta es exactamente la razón por la que el Espíritu Santo elige esta espada para describir cómo la Palabra de Dios se ve en tu mano. Y, para el enemigo de tu alma, esa es un arma temible. Isaías 55:11 dice: "así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié".

Déjame preguntarte esto: ¿Ya tienes tu espada? Porque cuando la Palabra de Dios es usada y aplicada apropiadamente, cosas empiezan a pasar. En los próximos días vamos a hablar sobre cómo hacer exactamente eso. Pero déjame decirte: esta espada tiene al Diablo temblando en sus botas, así que asegúrate de armarte con la misma cada día.

Oración

Señor, gracias porque Tu Palabra es una temible arma contra el enemigo. Gracias porque Tu Palabra es efectiva. Hazme un hábil portador de Tu Palabra mientras me armo con ella diariamente. En el Nombre de Jesus, amén.

Versículo para memorizar

Jehová es mi fortaleza y mi escudo; En él confió mi corazón, y fui ayudado. Salmo 28:7