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1 MACABEOS 1:41-64

1 MACABEOS 1:41-64 DHHED

El rey publicó entonces en todo su reino un decreto que ordenaba a todos formar un solo pueblo, abandonando cada uno sus costumbres propias. Todas las demás naciones obedecieron la orden del rey, incluso muchos israelitas adoptaron la religión del rey, ofrecieron sacrificios a los ídolos y profanaron el sábado. Por medio de mensajeros, el rey envió a Jerusalén y demás ciudades de Judea decretos que obligaban a seguir costumbres extrañas en el país y que prohibían ofrecer holocaustos, sacrificios y ofrendas en el santuario; que hacían profanar el sábado, las fiestas, el santuario y todo lo que era sagrado; que mandaban construir altares, templos y capillas para el culto idolátrico, así como sacrificar cerdos y otros animales impuros, dejar sin circuncidar a los niños y mancharse con toda clase de cosas impuras y profanas, olvidando la ley y cambiando todos los mandamientos. Cualquiera que no obedeciera las órdenes del rey, sería condenado a muerte. Esta orden fue enviada por escrito a todo su reino; además, el rey nombró inspectores para todo el pueblo, y dio orden de que en cada una de las ciudades de Judea se ofrecieran sacrificios. Muchos judíos, traicionando la ley, acudieron a cumplir estas órdenes; con su perversa manera de proceder obligaron a los verdaderos israelitas a esconderse en toda clase de refugios. El día quince del mes de Quisleu del año ciento cuarenta y cinco, el rey cometió un horrible sacrilegio, pues construyó un altar pagano encima del altar de los holocaustos. Igualmente, se construyeron altares en las demás ciudades de Judea. En las puertas de las casas y en las calles se ofrecía incienso. Destrozaron y quemaron los libros de la ley que encontraron, y si a alguien se le encontraba un libro del pacto de Dios, o alguno simpatizaba con la ley, se le condenaba a muerte, según el decreto del rey. Así, usando la fuerza, procedía aquella gente mes tras mes contra los israelitas que encontraban en las diversas ciudades. El día veinticinco de cada mes se ofrecían sacrificios en el altar pagano que estaba sobre el altar de los holocaustos. De acuerdo con el decreto, a las mujeres que habían hecho circuncidar a sus hijos las mataron con sus niños colgados al cuello, y mataron también a sus familiares y a los que habían hecho la circuncisión. Sin embargo, hubo muchos israelitas que tuvieron la fuerza y el valor para negarse a comer alimentos impuros. Prefirieron morir antes que profanarse comiendo tales alimentos y violando así el pacto sagrado; y, en efecto, murieron. Fueron días de terribles calamidades para Israel.

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