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1 Samuel 25:18-36

1 Samuel 25:18-36 TLA

Abigail no perdió tiempo. De inmediato le envió a David doscientos panes, dos recipientes de cuero llenos de vino, cinco ovejas asadas, cuarenta kilos de grano tostado, cien racimos de pasas y doscientos panes de higo. Toda esta comida la cargó Abigail en unas burras, y le dijo a sus sirvientes: «Adelántense ustedes, que yo iré después». Sin decirle nada a su esposo, Abigail se montó en un burro y empezó a bajar del cerro. También David y sus hombres venían bajando del cerro. Y David les dijo: «De nada nos ha servido cuidar en el desierto las ovejas de ese hombre. Nunca le he pedido nada y, sin embargo, me ha pagado mal el bien que le he hecho. ¡Que Dios me castigue duramente si antes de que amanezca no he matado a Nabal y a todos sus hombres!» En ese momento, David y sus hombres se encontraron con Abigail. Cuando ella lo vio, se bajó del burro y se inclinó de cara al suelo, y echándose a los pies de David le dijo: —Señor mío, por favor, ¡escuche usted mis palabras, aunque no soy más que una simple sirvienta suya! ¡No le dé usted importancia a las groserías de Nabal! ¡Su nombre significa “estúpido”, y en verdad lo es! »¡Yo tengo la culpa de todo! Y la tengo, señor mío, porque no vi a los mensajeros que usted envió. Pero Dios no permitirá que usted se desquite matando a gente inocente. Yo le pido a Dios que castigue a los enemigos de usted del mismo modo que será castigado Nabal. »Por favor, acepte la comida que he traído para usted y para sus hombres, y perdone mis errores. Usted solo lucha cuando Dios se lo manda; estoy segura de que Dios hará que todos los descendientes de usted reinen en Israel. Por eso, ni ahora ni nunca haga usted lo malo. »Cuando alguien lo persiga y quiera matarlo, Dios lo cuidará y usted estará seguro. Pero a quienes quieran matarlo, Dios los arrojará lejos, como cuando se arroja una piedra con una honda. »Usted, mi señor, será el líder de Israel, pues Dios le cumplirá todas las promesas que le ha hecho. Cuando eso suceda, usted no se sentirá culpable de haber matado a gente inocente, ni triste por haberse desquitado. »Cuando todo esto suceda, acuérdese usted de mí, que soy su servidora. David le contestó: —¡Bendito sea el Dios de Israel, que te envío a mí! ¡Y bendita seas tú, por ser tan inteligente y por no dejar que yo mismo me vengara y matara a gente inocente! »Si no hubieras venido a verme, te juro por Dios que para mañana no habría quedado vivo un solo hombre de la familia de Nabal. ¡Qué bueno que el Dios de Israel no permitió que yo te hiciera daño! David aceptó la comida que Abigail le había traído, y le dijo: —Puedes irte tranquila, que yo haré lo que me has pedido. Cuando Abigail regresó a su casa, encontró a Nabal muy contento y completamente borracho. Por eso no le contó hasta el día siguiente lo que había pasado.

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