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1 Corintios Introducción

Introducción
El apóstol Pablo escribió esta primera carta a los cristianos de la ciudad de Corinto, en respuesta a una pregunta que ellos le habían hecho acerca del matrimonio (7.1). Pero los problemas que había en esa iglesia eran otros, y Pablo va tratándolos uno por uno, comenzando por el problema de las divisiones que había entre los hermanos de esa iglesia (1.10-17).
La ciudad de Corinto era famosa en aquellos tiempos por su inmoralidad. ¡Hasta se había inventado el verbo «corintear» para hablar de cometer los peores pecados! Uno de esos pecados lo estaba cometiendo un creyente, que había tomado como esposa a su propia madrastra (5.1). Pablo hace ver a los cristianos de Corinto que eso, ni siquiera los no cristianos lo hacían.
Otro problema consistía en llevar ante las autoridades no cristianas problemas que podrían ser resueltos dentro de la iglesia. Pablo les llama la atención, y les dice que no era necesario hacer eso, pues había en la iglesia gente capaz para resolverlos. Por eso les aclara: «¡Si vamos a juzgar a los mismos ángeles, con mayor razón podemos juzgar los problemas de esta vida!» (6.3).
Algunos pensaban que no era bueno casarse, pero Pablo les demuestra que eso no es cierto. Sin embargo, después de una larga explicación, deja a cada creyente en libertad para hacer lo que le parezca más conveniente, y concluye que «quien se casa hace bien, y quien no se casa, hace mejor» (7.38).
Había también quienes comenzaban a dudar de la resurrección (15.12). Otros, preocupados porque sus antepasados no habían conocido a Jesucristo, se bautizaban por ellos (15.29). Pablo les recuerda que Jesús realmente resucitó (15.3-8), y que eso prueba que los que creen en él también volverán a vivir (15.20).
Un capítulo sobresale en esta carta, y es el llamado «Himno del amor» (13.1-13). Después de hablar de la semejanza de la iglesia cristiana con el cuerpo humano (12.12-30), Pablo les enseña a los corintios que de nada sirve saber mucho, ni hablar muchos idiomas, ni tener mucha fe, si no se tiene amor. Y concluye que «hay tres cosas que son permanentes: la confianza en Dios, la seguridad de que él cumplirá sus promesas, y el amor. De estas tres cosas, la más importante es el amor» (13.13).

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