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Proverbios 21:5-30

Proverbios 21:5-30 NVI

Los planes bien pensados producen ganancias; los apresurados traen pobreza. La fortuna amasada por la lengua embustera se esfuma como la niebla y es mortal como una trampa. La violencia de los malvados los arrastrará, porque se niegan a practicar la justicia. Torcido es el camino del culpable, pero recta la conducta del hombre honrado. Más vale habitar en un rincón de la azotea que compartir el techo con mujer pendenciera. El malvado solo piensa en el mal; jamás se compadece de su prójimo. Cuando se castiga al insolente, aprende el inexperto; cuando se instruye al sabio, el inexperto adquiere conocimiento. El Justo considera la casa del malvado y lo entrega a la ruina. Quien cierra sus oídos al clamor del pobre llorará también sin que nadie le responda. El regalo secreto apacigua el enojo; el obsequio discreto calma la ira violenta. Cuando se hace justicia, se alegra el justo y tiembla el malhechor. Quien se aparta de la senda de la prudencia irá a parar entre los muertos. El que ama el placer se quedará en la pobreza; el que ama el vino y los perfumes jamás será rico. El malvado pagará por el justo y el traidor, por el hombre intachable. Más vale habitar en el desierto que con mujer pendenciera y de mal genio. En casa del sabio abundan las riquezas y el perfume, pero el necio todo lo despilfarra. El que va tras la justicia y el amor halla vida, justicia y honra. El sabio conquista la ciudad de los poderosos y derriba el baluarte en que ellos confiaban. El que refrena su boca y su lengua se libra de muchas angustias. Orgulloso, arrogante e insolente es quien se comporta con desmedida soberbia. La codicia del perezoso lo lleva a la muerte, porque sus manos se niegan a trabajar; todo el día se lo pasa codiciando, pero el justo da con generosidad. El sacrificio de los malvados es detestable y, más aún, cuando se ofrece con mala intención. El testigo falso perecerá; pero quien sabe escuchar siempre podrá hablar. El malvado es inflexible en sus decisiones; el justo examina su propia conducta. De nada sirven ante el SEÑOR la sabiduría, la inteligencia y el consejo.

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