Y dije: Te ruego, oh SEÑOR, Dios de los cielos, fuerte, grande, y terrible, que guardas el pacto y la misericordia a los que te aman y guardan tus mandamientos;
esté ahora atento tu oído, y tus ojos abiertos, para oír la oración de tu esclavo, que yo hago ahora delante de ti día y noche, por los hijos de Israel tus esclavos; y confieso los pecados de los hijos de Israel con que hemos pecado contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado.